No te creas lo que ves por la tele
José Manuel Noguera, profesor de Periodismo en la UCAM, opina sobre la actualidad del Elche CF tras la victoria ante el Cádiz CF
Solo hay una cosa peor que no poder ir al estadio a ver a tu equipo y es poder verlo por la televisión. Es lo que me ocurrió a mí el pasado sábado, atrincherado en una casa rural diseñada para barbacoas a las que vas con todo, piscinazos a favor y en contra, y para desconectar de lo irrelevante. Por eso a las ocho y media alguien conectó el televisor con el Martínez Valero. Para que todos pudiésemos demostrar que podíamos no prestarle al partido la más mínima atención. Como si más bien la televisión fuera una ventana de los de allí hacia los de aquí, para que al menos pudieran oler la barbacoa.
Lo malo de decir “no te creas todo lo que ves por la tele” es que ese “todo” es en realidad un signo de benevolencia. Presuntamente parece una frase de alguien que desconfía de la televisión pero más bien es de un amigo, de un fan de la tele. Porque si de verdad fuese de alguien que quisiera advertirnos de la superficialidad de este medio nos habría dicho “no te creas nada de lo que ves por la tele”. Hagan la prueba, vean cómo se explica en la televisión un tema muy específico que conozcan, uno del que sean expertos de verdad. Y díganme después si le darían un aprobado a esa cobertura.
Lo peor de ver a tu equipo por televisión es que te desconfiguras como aficionado. Te reconoces en el absurdo de gestos y exclamaciones, tanto de emoción como de indignación, porque basta la primera repetición para que esos gestos y exclamaciones pierdan todo su sentido. Y se (te) desconfigura también parte de tu equipo, porque en la tele rara vez te vas a dar cuenta de las coberturas que está haciendo Javi Flores esta temporada a sus laterales, de las órdenes serenas de Gonzalo Verdú o de la tranquilidad de Edgar Badía, al que ni la televisión le puede sacar un mal gesto.
De haber estado en el campo, uno como aficionado habría tenido mínimo su horita de indignación por esa intolerable roja directa a Juan Cruz. Los árbitros nos torean. Qué fácil es pitar aquí. Otro robo. Con televisión, ni eso. Basta una repetición para comprobar que esa roja es el color más suave que pudo sacar el árbitro ante una falta que pedía, como mínimo, una orden de alejamiento. La televisión te quita hasta la cuota de indignación que no quieres que la realidad te estropee.
En ese punto, convencido de que la tele me estaba quitando la parte de realidad que sólo se puede ver en el campo y que, a cambio, encima me quería dar la realidad que uno no quiere ver, me lancé con todo lo que tenía a la barbacoa. Antes eso sí ya habíamos celebrado el gol de Dani Calvo, que aunque no sabíamos si era real o irreal, todos reconocimos como propio, porque es el típico gol que marcábamos cuando le dábamos a la vez a todos los botones de la videoconsola y el jugador la metía por la escuadra. Estaba claro que Dani Calvo, como nosotros en aquellas interminables partidas del FIFA, le había dado con todo.
-La chistorra está de lujo. -Gracias (1-0 y una hora con uno menos, firmo el empate).
-Vaya morcillas. –Son de aquí, caseras (jugamos en casa… ¿aguantaremos?).
-Cómo te ha salido el pollo deshuesado, cabronazo. –Le he cogido el punto (un punto es un punto, porque estos empatan mínimo, ya verás).
Y en los minutos clave de la comida, donde te juegas alcanzar el equilibrio perfecto entre longaniza y vino, lo que vino después todavía no sé cómo interpretarlo. Giro la cabeza al televisor y fin del partido. 1-0. Fin del partido. Fin. ¿De verdad era eso el final? ¿Me estás contando que el sexto clasificado, ese mismo que venía de cuatro victorias consecutivas y con uno más durante una hora, no nos había hecho ni cosquillas? ¿Qué me estás contando? Y sobre todo, ¿qué es lo que no me estás contando, maldita televisión?
José Manuel Noguera es profesor de Periodismo en la UCAM