más de uno | opinión

Rafael Nadal no debe pedir perdón

Por el profesor y escritor Javier Arias Artacho

ondacero.es

La Ribera |

La esfera de lo público es un hábitat donde encontramos especímenes de todo tipo, pero pocos de ellos despiertan la admiración que siento por Rafael Nadal Parera. Las satisfacciones deportivas que nos ha dado, el ejemplo de lucha incansable ante la adversidad, el respeto por el contrincante y, por sobre todas las cosas, su humildad, lo encumbran como uno de los deportistas más completos de la historia. No exagero si digo que se trata de uno de los personajes más influyentes dentro de la reciente historia de España. Modelo y maestro para los jóvenes, no solo porque ha destacado en lo deportivo, sino también por su sensatez y prudencia a la hora de pronunciarse en público. Admiro a Rafa Nadal y, más allá de los errores que pueda tener como cualquier otro ser humano, cuenta con una credibilidad que otros no tienen, ni tendrán.

Sin embargo, como dice el refrán, a cada santo le llega su día y Don Rafael Nadal está viendo como algunos lo han llevado al calvario a la primera de cambio. Diríase que lo estaban esperando en la puerta, con esos puñales que afila la envidia y el éxito de los demás. Se trata de los gurús de la verdad, los profetas del pensamiento único, los dictadores del bien y del mal que se camuflan en las redes sociales igual que francotiradores, esos que utilizan los medios de comunicación afines para dictar sentencia. Los mismos que han decidido que Rafa Nadal pertenece a la “fachosfera”, ese universo oscuro donde, exactamente, no están ellos.

Debo confesar que su nombramiento como embajador de la Federación de Tenis de Arabia Saudí me sorprendió. No es el mejor márquetin que yo hubiese elegido para Nadal, pero fue una decisión meditada por una de las personas más coherentes y sensatas del deporte mundial. Tiene crédito para que yo le crea, y para equivocarse también. Los portavoces de lo que es correcto decidieron que Rafa se vendía por dinero, que Rafa no apoya a las mujeres, ni a los homosexuales, ni a todos los clichés sobreexplotados por el pensamiento único que sentencia y fusila con medias verdades. Esos que ya no tienen memoria de quién es Rafael Nadal Parera condenan el trato con Arabia Saudí, pero callan los tejemanejes de los suyos con las pseudo dictaduras de Cuba o Venezuela, la ausencia de derechos humanos en Marruecos o China, o simplemente el nido de terroristas que almacena Palestina, charco en el que no quiero entrar porque me duelen las imágenes insoportables de lo que está sucediendo allí.

Los portavoces de la verdad tienen un trauma con el dinero ajeno y, por ello, Rafael Nadal no puede ser un empresario que se beneficie de su trabajo. Pero, tal como el tenista ha declarado en recientes entrevistas, no irá a Arabia Saudí por dinero, sino por la satisfacción personal que le provoca creer en el proyecto de un país árabe que quiere abrirse al mundo e ir sumando derechos para todas aquellas personas que hoy no lo tienen. Rafael Nadal sabe que se acaba su etapa deportiva y, ligado a la educación desde su academia de tenis, cree que su impulso deportivo puede contribuir al cambio y que hay sintonía para ello y, que si dentro de algunos años no ve ningún progreso, será el primero en reconocer que se ha equivocado.

¿Qué quieren que les diga, amigos? ¿Se puede ser tan inocente para creer algo así? ¿Quién puede dar crédito a semejante desafío? Pues yo, amigos. Yo y millones de españoles más a quienes Rafael Nadal nunca ha defraudado. Un deportista de palabra, con la legitimidad de toda su trayectoria y que ha aprendido algo que todos deberíamos saber: siempre habrá quien te critique, sobre todo si durante años te has ido manifestando con tu opinión, la propia, y no con la que dictan quienes hoy vienen a reclamarte el amor que siente la mayoría del pueblo español por Don Rafael Nadal Parera.