Hace mucho tiempo que perdí la inocencia con respecto a las relaciones sociales. El arte de vivir en sociedad muchas veces es un juego de máscaras y postureos. Aparentar, esconder, fingir, incluso a veces engañar. La sociedad es ese lienzo de superficialidad donde podemos cumplir un rol más allá de lo que somos. El espacio para la sinceridad, para lo auténtico y lo verdadero no siempre tiene un fácil encaje social y las personas con cualidades extraordinarias, a veces, pueden pasar desapercibidas por no adaptarse a la exigencia del medio.
¿Y en la política? Por supuesto, aquí el aparentar, el esconder, el fingir y el engañar es un principio de vida. La política se proyecta desde la sociedad y, aunque todos tenemos nuestras preferencias ideológicas, debemos ser conscientes de que la política vive de la apariencia, que sus mítines son bailes de máscaras y que, si hubiera alguna película para definirla, podría ser Durmiendo con su enemigo, o como se titula una de las últimas series de la plataforma Netflix: Engaño.
Hay que tener muy presente todo esto para entender el escenario político actual en España: un líder que ganó las elecciones y está en la oposición; un presidente que perdió las elecciones y que aunó al ejército de Pancho Villa para poder gobernar; un líder reclamado por la justicia española por haber declarado la independencia de Cataluña de forma unilateral y que encontró en nuestro presidente el momento perfecto para apoyarlo y chantajearlo al mismo tiempo, con el principal fin de que le levanten el castigo y lo dejen volver al patio para jugar con todos. La tensión entre estos tres líderes promete desquiciarnos durante meses y años, porque estamos de la legislatura, de Puigdemont y de la dichosa amnistía a los caprichos independentistas hasta el mismísimo gorro.
Algunos creen que nuestro presidente no podrá resistir su minoría parlamentaria porque Puigdemont no se detendrá hasta conseguir la independencia catalana. Para quienes viven fuera de este mundo, recordemos que nuestro presidente necesita los votos del prófugo que vive en Bélgica, claro. Sin embargo, queridos amigos, hoy vengo a recordar aquella canción de Luz Casal, No me importa nada, donde cantaba aquel “tú juegas a quererme y yo juego a que te creas que te quiero”. Traigo esta canción porque de esto va nuestra política, de aparentar, de aguantar y de dormir al electorado en el aburrimiento de la marmota. Hasta hartarnos.
Aviso a navegantes, amigos: ni Pedro Sánchez dejará de gobernar en breve, ni Cataluña quiere independizarse, ni Carles Puigdemont dejará de apoyarlo, ni Alberto Núñez Feijóo dejará de denunciar que lo imposible es posible. Esta es la realidad y todo lo demás es puro teatro para poder seguir ahí, en el baile de las máscaras, mientras España se harta del monotema catalán y se indigna con tanta tensión.
Si es que da ganas de apagar la tele, amigos. Al menos hasta que cambien de tema.