El mallorquín, de 28 años, conserva además el número uno del mundo, tras imponerse por 3-6, 7-5, 6-2, 6-4 en tres horas y 31 minutos, en un partido que el serbio cerró con una doble falta, igual que había hecho en 2012 en su primera final, también perdida contra el español. Aquella fue la final más larga que Nadal ha tenido que disputar en París, 3 horas y 50 minutos, en un partido que comenzó el domingo y, a causa de la lluvia, tuvo que acabar el lunes.
En esta ocasión, Nadal aguantó el torbellino del serbio en el primer set, pero con el paso de los minutos la fatiga, agudizada por el fuerte calor y la humedad, que se acercó al 80 por ciento, hicieron más mella en Djokovic, que fue perdiendo la precisión a medida que avanzaban los minutos. "En este tipo de partidos todos los momentos son cruciales. Cada vez que juego contra Novak es un gran reto para mi, me obliga a jugar a mi límite, lo que augura grandes enfrentamientos en el futuro", dijo desde la pista el mallorquín.
Nadal, que corrió a abrazarse con su tío y entrenador Toni, que dejó escapar alguna lágrima fruto de la emoción, destacó la importancia de vencer en su Grand Slam predilecto tras haber perdido la final del Abierto de Australia con problemas en la espalda contra el suizo Stanislas Wawrinka. "Apenas puedo hablar, este torneo me trae muchos recuerdos y me emociona cada vez que lo gano", afirmó.
El español sumó su décimo cuarto título grande, los mismos que el estadounidense Pete Sampras y se sitúa a tres del suizo Roger Federer. Además, sumó su triunfo número 89 en un duelo en tierra batida disputado a cinco sets, por una única derrota, la que sufrió en octavos de final de Roland Garros en 2009 contra el sueco Robin Soderling.Es la cuarta vez que Nadal derrota a Djokovic en una final de Grand Slam, por tres triunfos del serbio. El serbio, que buscaba sumar el único Grand Slam que todavía no ha ganado, saltó a la pista Philippe Chatrier con un juego impresionante, sin apenas cometer errores y barriendo las líneas, lo que trastocó el tenis de Nadal, impotente para contrarrestar el torbellino que se le venía encima.
Tras un primer intercambio de respeto entre los dos mejores tenistas del mundo, Djokovic aceleró en el octavo juego para arrebatar el servicio de su rival, que se colocó con 5-3 y servicio. La reacción del español no se hizo esperar y dispuso de dos oportunidades para recuperar la igualdad, la segunda, con un segundo servicio a la línea del serbio, que acabó reponiéndose y ganando la primera manga.
Nadal se encontraba en una situación desconocida para él en la final de Roland Garros desde las dos primeras que disputó, en 2005 contra el argentino Mariano Puerta y en 2006 frente a Roger Federer. Desde entonces, el español había comenzado siempre dominando las finales, que nunca ha perdido. Djokovic estaba en plena confianza. El serbio, que había ganado los cuatro duelos previos a esta final, sumaba su noveno set de los diez últimos disputados contra el español. Las señales de alerta se encendieron en el lado del defensor del título, incapaz de dar la vuelta al partido ante el peor rival posible. Pero el guiso no estaba todavía acabado y el calor, cada vez más asfixiante y húmedo de la capital francesa, iba jugando en favor de Nadal, más acostumbrado a esas condiciones.
En el sexto juego del segundo set rompió el saque de Djokovic, que lo recuperó en el siguiente. Pero ahí entró en barrena. Tras el undécimo juego, Nadal ganó cinco consecutivos, lo que le sirvió para igualar a un set y colocarse con una ventaja de 3-0 en el tercero. Tocado psicológicamente por el giro que había tomado el partido, Djokovic acusó el golpe. Sus disparos ya no eran tan certeros y lo que en el primer set habían sido líneas se transformaron en errores. En dos ocasiones pudo recuperar la desventaja el serbio, sobre todo en el larguísimo séptimo, que duró 11 minutos, pero en esos momentos apareció la mejor versión del mallorquín, que para entonces ya veía fallas en el campo adverso.
En el tercer set, Djokovic pareció resurgir y aguantar un pulso en el que los dos tenistas mostraban rasguños por el cansancio. Pero Nadal estaba en una situación más ofensiva. Rompió en el sexto juego y, aunque el serbio recuperó en el siguiente, en el décimo, al resto, el español se hizo con la victoria.