Qué difícil debe ser mantener la sonrisa y el optimismo cuando ves que semana a semana las esperanzas van desapareciendo. Que en cada gran premio no sólo no se mejora sino que se retrocede, o se ve cómo los rivales van hacia adelante ante la incapacidad para dar la vuelta a la situación. Que mientras Mercedes domina, con Hamilton en la pole de Gran Bretaña y un Ferrari liderando la Q1, en McLaren-Honda no pueden ni estar entre los 15 más rápidos un sábado.
Otra vez. Otra vez más. Y es que aunque se veía venir no se dejó nunca de creer. No se dejó jamás de mantener la mirada en los tiempos para ver si Nasr, Ericsson y Maldonado no mejoraban para que Fernando Alonso, en un fin de semana de nuevo con problemas de fiabilidad, pudiera dar una alegría a su equipo. A sus mecánicos. Para que Fernando Alonso entrase en Q2 en Gran Bretaña, en la que es una de las dos casas de McLaren-Honda.
No hubo milagro, pues era básicamente eso en lo que se basaba toda esperanza para los de Woking. Poco a poco, Alonso iba bajando en la clasificación mientras Button ni tan siquiera llegó a verse fuera de la zona de peligro. Lo peor no es que Sauber se llevase el gato al agua, sino que McLaren-Honda, en la novena prueba del Mundial, tan sólo pudo superar a Manor.
A un equipo que corre con un coche de 2014 adaptado en normativa a esta temporada y que en presupuesto está a años luz de una pareja que no se entiende como se entendían a finales de los 80. Sí, paciencia, hay que tener paciencia. Pero cuando no hay avances y cuando las cosas parecen ir hacia atrás por más tokens o nuevas piezas aerodinámicas que se estrenen lo que se va perdiendo es la esperanza.
Y mientras, aquellos contra los que hace no mucho era capaz de pelear McLaren están en otra dimensión. Están cinco o seis escalones por encima y son absolutamente imbatibles. Mientras, el piloto que hasta no hace mucho era el emblema de los de Woking bate a Sebastian Vettel en número de poles. Lewis Hamilton se ha rehecho, se ha vuelto a encontrar en Silverstone y se ha quitado de encima esas malas sensaciones que parecían acompañarle.
Cuando había que sacar el martillo, lo sacó. Cuando tocaba dar el máximo, lo dio. Lo dio de tal forma que ni tan siquiera tuvo que usar su segunda vuelta en Q3 para defenderse de un Rosberg que no fue capaz de batirle. Mejor que fuera así para los intereses del bicampeón, porque su giro estaba siendo horroroso y terminó en la calle del pit lane.
Tan feliz que estará Lewis al lograr la pole en casa. Y tan feliz que debe estar Carlos Sainz tras el nuevo show de pilotaje con el Toro Rosso. El madrileño hizo lo que había que hacer en el momento adecuado y volvió a superar a Max Verstappen. Volvió a entrar en Q3, terreno vetado para el holandés en esta prueba, y lo hizo además a lo grande. A lo heroíco.
Pues casi sin tiempo fue cómo superó la Q2. Cuando estaba contra las cuerdas, cuando debería sufrir la presión de ser un novato entre veteranos, sacó su ADN de campeón para marcar el décimo mejor crono y colocarse entre los diez mejores. Para volver a luchar contra Ferrari, contra Red Bull, contra Mercedes... y para ganar a Hulkenberg y a Ricciardo.
A ver cuándo llega el día en que McLaren-Honda, y Fernando Alonso, sean también de esos que pelean con Sainz en Q3. De momento parece quedar bastante, pues los resultados positivos no sólo no llegan sino que parecen estar cada vez más lejos. La paciencia es una virtud, y quizá la esperanza sea lo último que se pierde, pero cada vez hay menos de ambas.