Cuando una persona abandona o deja un cargo suelen aparecer todo tipo de loas y alabanzas, independientemente de lo dicho o escrito con anterioridad. Si ese cargo es el de seleccionador nacional de baloncesto, quizás surgen en mayor medida; y si a todo elllo sumamos los éxitos conseguidos en los últimos cuatro años por España, quizás parezca de justicia hacerlo. Pero la figura de Sergio Scariolo parece llevar consigo la palabra discrepancia por cuanto da la sensación, o al menos yo la tengo, que entre el aficionado no supone ningún trauma su salida y entre los medios de comunicación surgen palmaditas de gratitud en lo que antes fueron descabelladas mentiras y ataques hacia su persona. Escribo lo que siempre dije en Onda Cero y redacte en el este blog: Scariolo ha sido un buen seleccionador que ha sabido adaptar su forma de trabajo a un grupo de personas que llevan años juntos, con lo que ello supone.
Existe la creencia popular que España, con Gasol, Navarro, Calderón, Rudy y cia ganaría sóla, sin necesidad de nadie que les dirija desde el banquillo. Falacia largamente extendida y hecha dogma por algunos. No seré yo quien niegue la mayor: es más sencillo sacar provecho de talentos soberbios e indiscutibles como éstos a hacerlo con jugadores medios (ejemplos en otras selecciones tenemos). Pero precisamente en la excelencia de nuestros jugadores está la dificultad de conseguir aunar en el grupo una sensación de EQUIPO permanente, presente campeonato tras campeonato de manera inalterable. Es cierto que los propios jugadores tienen esa forma de ver el deporte y la selección, siempre unidos como EQUIPO que son, pero el seleccionador, y en este caso Scariolo, es el responsable último de mantener encendida la llama.
La Federación Española de Baloncesto ha insistido en los últimos años en que lo que importa son los jugadores, no tanto quién los dirija. Puede tener parte de razón su afirmación con los "genios de la lámpara maravillosa" que tenemos, pero es un "dogma" que entraña un extraordinario peligro. El elogio debilita aun a las mentes más privilegiadas y aunque los jugadores no piensen así, escuchar semejante frase día tras día puede llevar a creerla a pies juntillas. Es ahí donde de nuevo aparece el seleccionador, y sus valiosos ayudantes, responsables últimos de que las estrellas pisen suelo firme después de llevar al baloncesto español a lo más alto del firmamento.
No es fácil ser seleccionador nacional español. No lo será el año que viene en Eslovenia. El nivel de exigencia es máximo y se da por hecho que el único rival que tiene nuestra selección es la todopoderosa Estados Unidos. Otra piedra más en el camino, puesta incluso por nosotros mismos al dar por hecho que siempre estaremos luchando por medalla. En Turquía, sin Gasol ni Calderón, tuvimos el único gran fiasco desde que esta extraordinaria generación de jugadores apareció en escena. No me atrevo a llamar fracaso a caer eliminado con un triple desde nueve metros. Es el único lunar que coincidió con no tener a la máxima estrella, Pau, ni al mejor base en ese momento, Calderón. Más que la ausencia de Gasol, la lesión de Calderón dos días antes de viajar lastró el proyecto. ¿Pudo haber hecho más Scariolo? Cometió el error de contar con sólo 2 bases y Llull de comodín. De los errores se aprende y en Lituania convocó a tres bases y Llull de escolta por lo que pudiera pasar.
Más allá de este lunar, y de los éxitos conseguidos en estos cuatro años con Scariolo al mando, España ha mostrado un nivel de juego estelar en los momentos decisivos de los campeonatos. A nadie se le escapa que hubo momentos mediocres, en las fases preliminares, pero llegado el momento en el que el prestigio y el metal estaba en juego, España ha jugado al mismo nivel o más que en el Mundial de Saitama en 2006, momento álgido de los "chicos de oro". Y eso, amén de por excelsos jugadores como los que tenemos, se debe también a la labor de Scariolo en el banquillo. Si tan bien ha jugado España, si todo es tan idílico, ¿por qué se marcha Scariolo?
El motivo esgrimido en público es familiar, pasar más tiempo con los suyos. En parte, es así. Otra buena parte reside en analizar la situación cuatro veranos después de su llegada. Cuatro veranos son muchos veranos y el desgaste existe. Pero más allá del desgaste en la figura del seleccionador está el desgaste en el mensaje. Por mucho que se varíe, llega un momento en el que la erosión del mismo es tal que no llegas al interlocutor de la misma manera que al principio. No es crítica hacia nadie, es una realidad de la que nadie puede escapar. El año que viene en Eslovenia no estará Pau Gasol, ni Juan Carlos Navarro ni Felipe Reyes. Ceden, de manera momentánea, el testigo de la selección a hombres brillantes como Ricky Rubio, Rudy Fernández, Sergio Llull o Marc Gasol. Sergio Scariolo cede el testigo a otro hombre brillante, hasta ahora a su sombra, como es Juan Antonio Orenga. Su continuidad al frente de la selección dependerá de lo que suceda en el próximo Eurobasket. La FEB deja sus puertas abiertas a Scariolo. Hasta pronto seleccionador. La historia de nuestra selección continúa.