VÍDEO del monólogo de Carlos Alsina en Más de uno 04/07/2018
A las nueve hablaremos con Soraya Sáenz de Santamaría. Candidata a presidir el Partido Popular en la etapa post-marianista.
O post Mariano, porque ya hay quien le llama a lo viene el tardo marianismo. Gane Sáenz de Santamaría, gane Cospedal, gane Casado, todos provienen de un mismo núcleo: el que montó Rajoy en torno a su liderazgo y a sí mismo.Casado se incorporó el último, en aquella falsa renovación que improvisó Rajoy después del batacazo autonómico de 2015. Los Maroto, los Casado y las Eva Levy, como dijo el entonces presidente en este programa. Nombres que le había chivado Moragas y que él colocó en el escaparate porque eran jóvenes y no rehuían el trabajo de ir a los medios a partirse la cara con los Pablo Iglesias y los Errejón.
Casado ha sido un marianista de última hora y sin el pedigrí de sus dos competidoras. Santamaría y Cospedal. Las dos que deben a Rajoy haber mandado todo lo que han mandado y las dos que, a diferencia de Casado cuentan con el desdén de José María Aznar.
Qué expectación ante lo que ayer dijera aquí Aznar. Y cuánto eco ha alcanzado la entrevista. Nadie se atreve a aventurar si, en este PP de 2018, las opiniones del ex presidente influyen aún algo, poco o nada. Pero es un hecho que ayer en el partido de lo que más se hablaba era de los dos rejonazos. El que dedicó a Cospedal, sin nombrarla, por referirse con suficiencia al pasado del partido.
Y el que dedicó a Santamaría —que éste más que rejonazo quiso ser estocada— por el fracaso de su política respecto de Cataluña.
A cinco días de que el avatar de Puigdemont, Torra, se adentre en la caverna maldita del Palacio de la Moncloa —corazón de la España represora, inquisitorial y antidemocrática, ¿verdad?—, el independentismo celebra el traslado de Junqueras y los Jordis a una cárcel catalana y lo atribuye a su eficacia en la presión a un presidente que le debe el puesto a una legión de diputados que está por la autodeterminación, Podemos, Esquerra y el PDeCAT.
A Borrell proclama que no se está pagando letra alguna mientras Esquerra lo que pone sobre la mesa son exigencias nuevas a cambio de apoyar la lista pasteleada del PSOE y Podemos para la toma del control en Radio Televisión Española. Este exhibicionismo en el cambalache de Joan Tardá: usted, Sánchez, traga con decir lo que yo le exija —paga el precio que yo le pongo— y en contrapartida yo voto la lista ésta en la confianza de que Televisión Española empiece a parecerse a TV3.
El nuevo salmo responsorial que le ha dado por entonar a Tardá es éste que dice que el gobierno y la Generalitat tienen que “sentarse a hablar de todo”.
Claro que no. Por hablar, Sánchez y Torra pueden hablar el lunes de lo que les dé la gana. Hablar por hablar. Un bla bla bla. Seguro que a Tardá le encantaría que Pedro Sánchez, el lunes, hablara de todo.
• De cómo actualizar el delito de rebelión, por ejemplo, para que no sea necesaria la violencia explícita y baste con haber urdido un ataque contra la Constitución desde las propias instituciones para que un partido político sea ilegalizado.
• Se puede hablar de modificar la escuela en Cataluña para que los padres que lo deseen puedan elegir para sus hijos la enseñanza en castellano, por ejemplo.
• Se puede hablar de reducir el autogobierno y recuperar competencias para el Estado. Y de eliminar las televisiones autonómicas. Si por hablar, como dice Tardá, se tiene que poder hablar de todo.
Habría que ver qué cara ponía Tardá, y Torra, si el gobierno anunciara su intención de hablar con el presidente de la Generalitat de cómo reducir el autogobierno, cerrar la televisión autonómica y cambiar el modelo de la escuela catalana. Seguro que dirían: no hay problema, estamos dispuestos a hablar de ello, ¿a qué sí?
Significa que no nos tome el pelo, Joan.
Ustedes no quieren que se hable de todo. Porque ustedes son los primeros en escandalizarse cuando a alguien se le ocurre hablar de tocar cosas que ustedes consideran intocables.
Torra no quiere que se hable de todo. Al revés. Quiere que se hable sólo de una cosa. La autodeterminación. Quiere que el nuevo presidente del gobierno, Sánchez-al-que-nadie-esperaba, acepte que todo es relativo, todo es interpretable, todo discutible. El concepto discutido y discutible que diría Rodríguez Zapatero. Quiere que Sánchez haga suya la ambigüedad que en otros tiempos abanderó el PSC, lo del derecho a decidir, lo del referéndum consultivo. Ahora el independentismo lo llama referéndum pactado, pero siempre es lo mismo. ¿Qué la Constitución no admite la autodeterminación? Bueno, digamos que eso es discutible. ¿Que el Constitucional ha dicho que no cabe hacer referendos sobre la integridad territorial de la nación? Bueno, seguro que encontramos un grupo de juristas que diga que es cuestión de voluntad política.
El caso es conseguir que el gobierno, para que nadie le acuse de frentista e intolerante, se anime a dejar abierta la puerta del todo es posible. Advirtiéndole, naturalmente, de que si se le ocurre proclamar que sobre la autodeterminación no hay diálogo posible será tachado de inmovilista, reaccionario y españolista. Aún peor, Sánchez será tachado de marianista. Se le recordará lo del 155. Y en breve se le reprochará ser una fábrica de nuevos independentistas.
Que lo sepa el presidente. O abraza la ambigüedad del todo es interpretable y la Constitución es de goma o estos que dicen que se puede hablar de todo se negarán a hablar con él de nada.