La Cultureta Gran Reserva

Fontanarrosa fue una forma de vivir y morir en la Argentina

En esta vorágine de cosas de navidad y liturgias, se me ha pasado una fecha muy fetiche. El 19 de diciembre. Aquí no, pero en el otro lado del mundo, el 19 de diciembre significa algo. Significa Argentina, el fútbol y la loca cultura de las historias locas loquísimas de las calles de Rosario. Y significa Roberto Fontanarrosa.

Miguel Venegas

Madrid |

Hablamos del gran contador de historias del fútbol argentino; un viñetista de éxito que se pasó a las letras y que dibujó como nadie a la sociedad argentina y su inexplicable relación con su deporte. Y 19 de diciembre fue su mejor relato, conocido como ‘La historia del viejo Casale’.

19 de diciembre, 1971. La historia no ocurrió de verdad, pero el partido sí; una semifinal de Copa en el Monumental de Buenos Aires entre los dos equipos de Rosario, Central y Newells.

La historia va del miedo, fundamentalmente. Un miedo a perder contra el mayor enemigo y aguantar la joda de después.

“Prendías un fósforo y se marchaba todo a la mierda; no se hablaba de otra cosa en los boliches”

Un miedo histérico que lleva a mil cábalas. Fontanarrosa llevaría el gorrito que había llevado en los últimos partidos y que no le había fallado, el Coki iba a ir con el reloj cambiado de mano porque en un partido contra no sé quién, se lo había cambiado en el descanso y habían remontado. El Valija se sentaría delante, como había estado en la victoria de La Plata… decía

“si a mí me decían que tenía que matar a mi vieja, que tenía que hacer cagar a Kennedy, me daba lo mismo, hermano; hay partidos que no se pueden perder.”

Pero entre tanta brujería encontraron un verdadero talismán, el Viejo Casale. Un hombre, ya jubilado y con problemas del corazón que nunca había visto perder a Rosario Central en un clásico. Si él asistía, Central ganaba. Un verdadero milagro.

El problema es que el viejo había sufrido un infarto y no podía ir; incluso decide irse al campo el día del partido para no sufrir con el ambiente de la calle. El no era definitivo.

Pero Fontanarrosa nos enseña que hay cosas más importantes que la salud y la vida y la ley y todo, y que esa cosa a veces es un partido de fútbol.

Los chicos deciden secuestrar al viejo, llevarlo a Buenos Aires y así ganar el partido ante Newells.

Y la magia del cuento es que todo sale bien. El partido se gana y el viejo y los chavales viven la felicidad de una épica victoria ante el vecino. Así que hay final feliz. El viejo Casale se muere al terminar el partido, feliz, viendo a Central cagarse en la lepra.

“Si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo esa.”

Fontanarrosa fue una forma de vivir y morir en la Argentina.