OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "No lo llamemos repetición electoral porque el tablero se va pareciendo cada vez menos al de abril"

Con lo que invierten los medios en encuestas, y otra vez son papel mojado. Nadie preguntaba hasta ahora si iba a usted a votar a Errejón en noviembre.

Carlos Alsina

Madrid | 23.09.2019 08:14

No ha sido él quien ha decidido presentarse, claro que no. Han sido las bases de su partido. Cuando la multitud te reclama que la lideres, quién eres tú para renunciar a la gloria. Cómo va a negarse Errejón a intentar salvar la izquierda española. Más aún, a devolver a los españoles la confianza en sus instituciones, como dijo ayer, exagerando un poco, ¿verdad?, uno de sus fans.

Es más que un fan, es un concejal. Gabriel Ortega, el hombre de Errejón en Móstoles. Ya dijo él ayer que ahora que Más Madrid se presenta a las generales lo suyo es que el cabeza de cartel sea Errejón. Pero hasta el miércoles –-cómo podemos sobrevivir a este suspense, qué nervios— hasta el miércoles no se sabrá porque las cosas del partido se hacen así, con protocolos, y asambleas, y reuniones y no sé cuántas cosas más.

Total, que Errejón también entra en danza para competir por la tarta electoral de la izquierda. Parte con el medio millón de votos que sacó en las autonómicas de Madrid y con la duda de si podrá presentarse en otras provincias y con qué marca. Que le va a quitar votos a Pablo Iglesias parece una obviedad. Vienen de ser lo mismo y de compartir una misma ideología. Ya pasó en Madrid, donde Errejón le ganó la partida a Podemos, bien es verdad que Podemos renunció a ponerle enfrente un peso pesado. O pesada. La cuestión no es cuántos escaños de Podemos se quedará Errejón, ni siquiera cuántos del PSOE pueden caer del lado de este nuevo actor que aspira a ser visto como un término medio entre Pablo y Pablo. La cuestión es cuántos suma Errejón con el PSOE, cuántos suman entre los tres y si esa suma es mejor o peor que la que había hasta ahora.

Si la fragmentación de la derecha le vino bien a Pedro Sánchez, la fragmentación de la izquierda tendría que venirle mal. Pero hasta el 10 de noviembre, encuestas mediante, no lo veremos.

No lo llamemos más repetición electoral porque el tablero se va pareciendo cada vez menos al de abril. Es verdad que los cuatro líderes principales son los mismos de entonces –-estos cuatro hombres que se han mostrado incapaces de encontrar un candidato viable a la presidencia del gobierno— y que el quinto en discordia también está repetido: es Santiago Abascal, toda la vida en política.

Pero ni el Sánchez de noviembre será el mismo que el de abril –-ya no es el compadre de Iglesias, el amado socio preferente, sino aquel al que desvela la pesadilla de tener que compartir el poder--; ni los demás son ya los mismos de entonces:

· Iglesias es el jugador que convirtió una negociación en un pulso y creyó ganar cuando llevaba las de perder.

· Rivera es el ‘doctor No’ que se quedó con las ganas de que Sánchez pactara con la izquierda extrema y el independentismo catalán. ¿Qué hacemos ahora con aquello de la banda?

· Y Casado es el líder discreto que, sin haber contribuido en nada al desbloqueo nacional, tiene hoy mejor imagen que en abril porque dejó de preocuparse por Vox –-la derechita cobarde y todo aquello--, dejó de encadenar palabras gruesas para describir al presidente –-nunca volvió a llamarle felón— y amarró dos gobiernos autonómicos que diluyeron el fracaso electoral del PP.

Sobre Abascal, qué decir, salvo que fue tener plaza en el Congreso y diluirse hasta la inanidad. Esta vez será él quien más se juegue en el debate televisivo. Se jugará existir. Porque esta vez –-se supone— será a cinco. Sánchez resucitando el temor a la derecha trifálica y rebatiendo que él tenga un acuerdo secreto con nadie porque, por no tenerlo, se quedó sin renovar.

Y esta vez quien no estará en el debate será el sexto elemento, que es Errejón.

Cualquiera diría, por cierto, que a quien le va a quitar votos Errejón es al PP. Las opiniones más duras sobre su lanzamiento nacional las han dado Almeida y Díaz Ayuso, las dos cabezas visibles del PP de Madrid.

A Sánchez lo tenemos hoy en Nueva York (hoy y mañana y pasado mañana y el otro) para asistir a los dos cónclaves que ha montado Antonio Guterres, el actual secretario general de la ONU. Desde mañana, la reunión anual: Asamblea general por la que van desfilando los gobernantes para consumir su cuarto de hora de discurso y presumir ante su parroquia respectiva de la cantidad de encuentros bilaterales que tienen con todos los demás.

Esta tarde, la cumbre de la Acción Climática, juntos los gobernantes con los ejecutivos de grandes compañías energéticas para responder a la pregunta con que los convocó el secretario general: qué más se les ocurre a ustedes para acelerar la lucha contra el cambio climático. Qué iniciativas, qué ideas, qué planes traen para que aquello que pactamos en 2015 en París pueda cumplirse (porque a la vista que, la ritmo de ahora, no cumplimos). Hoy no se trata de constatar que el cambio climático existe o que sus efectos se aceleran –-eso la ONU lo da por constatado ya--. Hoy se trata de escuchar qué ideas nuevas tienen los líderes. El que vaya a colocar mercancía manoseada, que se ahorre el esfuerzo y se lo ahorre a los demás.

Para Sánchez la ventaja de una semana como ésta, fuera de España, compartiendo mesa con líderes de otros países, es que allí le llaman primer ministro a secas, no en funciones, que es como decir a medio gas. Allí nadie le va a preguntar: estos planes formidables que tienes contra el cambio climático en España, ¿podrás aplicarlos algún día, o como los Presupuestos del Estado, o como tu investidura, o como todo lo demás? Cuánto gobierna usted de verdad.

Si quieren que les diga la verdad, la historia más instructiva del fin de semana la ha protagonizado el CDR de Terrasa. El comité de defensa de no se sabe qué revolución (porque la de las sonrisas está hace tiempo congelada). Cuando alguien es el primero en hacer algo, hay que reconocérselo. Y el CDR de Terrasa ha sido pionero. Antes de que a él se le encendiera la bombilla, nunca había tenido el arrojo de hacerle un homenaje a un bolardo. Repita usted conmigo: a un bolardo. Un cilindro de hierro de esos que se ponen en las calles peatonales para impedir que entren los coches. Piló o pilona le dicen en Cataluña.

El bolardo en cuestión está en la calle Joaquim Folguera y merecía el homenaje porque fue derribado por los mossos de esquadra hace dos años, cuando realizaban un registro en la sede de UniPost y necesitaban abrirse paso.

Aquí ve usted a los agentes dándole golpes a la pilona mientras el público concursa a ver quién hace el chiste más bobo. Hasta que los mossos le embisten con el furgón y se acabó la broma. ‘Caído en combate el bolardo’, dicen los CDR, adictos como son al lenguaje bélico.

Fueron desfilando por allí, la noche del jueves, independentistas emocionados, con un nudo en la garganta al recordar cómo el furgón de los mossos tumbó a su colega el bolardo. Hasta siete u ocho flores le pusieron (tampoco se crea usted que se dejaron la nómina en la floristería, fue un homenaje austero, es decir, barato). A usted, que carece de sensibilidad por las heroicidades pilónicas, le puede parecer ridículo ponerle flores a un poste de hierro, pero eso es porque aún no sabe que, además, se equivocaron –-ahora sí le va a parecer ridículo--. Hay dos pilonas en la calle y fueron a ponerle las flores a la que no era. Dices: cincuenta por ciento de posibilidades de fallar, y fallan.

A usted, que carece del sentido de la historia, y la revolución, de los CDR le puede parecer ridículo confundirse de pilona y ponerle flores a la que no era, pero es porque aún no sabe que los convocantes han salido en defensa de sí mismos alegando que el homenaje, en realidad, lo merecía no el bolardo facilón, entreguista, que se rindió a los mossos, sino el otro, el que estaba a su lado, un ejemplo de entereza, de solidez, de resistencia. El bolardo que aguantó. Hombre, es verdad que aguantó porque nadie le hizo nada. Estaba allí pero no molestaba. Hace falta ser del CDR para que semejante proeza te parezca merecedora de una ofrenda floral barata.