OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Cuesta creer que a estas alturas, dónde esté enterrado, lo que queda de Franco mueva algún voto"

Los tres lo juraron. Los responsables de la Casa Civil y militar del jefe del Estado difunto. Juraron que era Franco el muerto al que sepultaban. Que no se había roto la cadena de custodia. En favor de los juramentados digamos que en cuarenta y cuatro años nadie ha puesto en duda que sea Franco el que está sepultado allí, bajo la losa de granito y dentro del ataúd forrado de cinc, en lugar preferente del altar de la basílica.

Carlos Alsina

Madrid | 24.10.2019 08:12

En una hora se espera la llegada al Valle de los Caídos de la ministra de Justicia, Dolores Delgado; a las diez de la mañana están convocados los nietos y bisnietos del dictador, esto que llamamos la familia.

Será ella, la familia que tanto ha batallado para impedir que esto de hoy pasara, quien porte el féretro desde la basílica hasta la explanada para ser subido, allí, al helicóptero que lo llevará a El Pardo. Sólo si una vez desenterrado el ataúd se comprobara que está muy deteriorado por la humedad o por el paso del tiempo, se procedería a cambiar los restos mortales de caja antes de sacarlos de la Basílica. Porque sólo se verá ese féretro una vez que esté en la explanada: nada de lo que suceda dentro va a ser transmitido por la televisión. A eso se refirió la vicepresidenta Calvo cuando anunció, hace ya días, que la exhumación se realizaría con discreción y respetando la intimidad que desea la familia. Sin cámaras dentro del templo, pero con cámaras –por qué no habría de haberlas— fuera, para que todos podamos ver el traslado de ese féretro.

Como vamos a estar toda la mañana ocupados con esto, les adelanto mi criterio: me parece muy bien que haya veintidós cámaras de Televisión Española dispuestas a transmitir el acontecimiento. No tengo ni idea de si, para una transmisión como ésta –-explanada de la Basílica, cementerio de Mingorrubio, seguimiento de la comitiva-- veintidós son muchas o son pocas. Pero que es un acontecimiento no parece que nadie lo dude. Cómo no iba a convocarse a los medios que estemos interesados en informar de ello y cómo no iba a ofrecerse la logística técnica para que todos podamos hacer ese trabajo. Aquel medio, o aquel periodista, que considere que todo esto es un circo y que basta con decir que Franco ha sido exhumado, sin más pormenor, ya sabe lo que tiene que hacer esta mañana: ocupar el tiempo hablando del resto de los asuntos que interesan y pasar olímpicamente de lo de Franco.

Aquí les contaremos lo que vaya pasando en Cuelgamuros porque, más allá de opiniones, se va a escribir una página de nuestra historia. No cambiará ni lo que hoy somos ni los problemas que seguimos teniendo, pero sí es el epílogo de un enterramiento que abrió camino a la transición democrática hace 44 años y que treinta y seis años después de producirse entró en el debate público de la mano del gobierno Zapatero. Fue en 2011 cuando se planteó de manera sólida la conversión del Valle de los Caídos en un monumento a la España en libertad y reconciliada. Fue la comisión de expertos creada aquel año, cuando ya Zapatero caducaba, la que recomendó la exhumación de los restos y su traslado. A las siete recordábamos lo que anunció aquella comisión un 29 de noviembre de hace ocho años.

2011: ya se habló entonces de sacar a Franco y enterrarlo en otro sitio, cuando Pedro Sánchez aún no era más que un ex diputado que había pasado sin pena ni gloria por el Congreso.

A Sánchez hay que reconocerle hoy que ha sido él, su gobierno, el que ha conseguido llevar a puerto lo que empezó entonces. Después de tanta broma como hemos hecho todos este último año y medio, porque Pedro prometía los días pares el desentierro y fracasaba los impares (pasara lo que pasara, ahí seguía Franco), es de justicia subrayar hoy que ha salvado todos los obstáculos, ha obtenido todos los avales legales, y ha ganado el pulso. Se lo ha ganado a la familia, obstruccionista, se lo ha ganado al prior, desmadradado, y se lo ha ganado a la jerarquía de la Iglesia Católica, puesta de perfil y lavándose las manos.

La historia se escribe así y la historia va a decir que Franco fue evacuado del Valle gobernando España Pedro Sánchez. Quién sabe si terminando de gobernar España, porque lo que saldrá de las urbas de noviembre nadie lo sabe. Son los demás candidatos en competición por el voto los que le están haciendo el juego incomodándose tanto –-irritándose incluso, en el caso de Iglesias— porque Sánchez se vaya a apuntar hoy el tanto.

Claro en que en vísperas electorales intenta rentalibilizar el partido del gobierno cualquier cosa que haga, pero es que esta batalla la ha dado, sobre todo, el gobierno. Y la empezó a dar hace ocho años el PSOE. Cuando aún no era sanchista. Ramón Jáuregui, que presidió aquella comisión de expertos, era un hombre de confianza de Rubalcaba. Fue con Rubalcaba de líder de la oposición cuando el PSOE presentó, año 2013, la primera proposición en el Congreso para la exhumación de Franco. Volvió a hacerlo a comienzos de 2017, gobernando Rajoy y antes de que Sánchez resucitara. Y fue aquella proposición la que acabó prosperando con el respaldo de la izquierda y de Ciudadanos. Rajoy no se opuso. Simplemente no se dio por enterado. Su gobierno dejó pasar el mandato del Parlamento y el gobierno siguiente, el del PSOE que llevaba con este asunto desde 2011, hizo suyo el mandato y lo convirtió en decreto.

El resto de la historia –-la resistencia de la familia a asumir la decisión del Congreso—lo tenemos todos reciente. Si en septiembre de 2018, cuando se aprobó el decreto, la familia hubiera aceptado la exhumación y el entierro en El Pardo, Franco llevaría ya un año cambiado de tumba y en la campaña electoral nadie se habría ni acordado.

Claro que Sánchez va a intentar sacarle algún voto ahora, pero para un asunto en el que nunca ha cambiado de criterio, y para una promesa que ha cumplido, habrá que admitir con naturalidad que lo intente. Cuesta creer que a estas alturas dónde esté enterrado lo que queda de Franco mueva algún voto.

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