Anoche estuve en la fiesta que celebraban El Intermedio y La Sexta por su 18 cumpleaños. Muchas felicidades, por cierto. Muchísimos periodistas y políticos por metro cuadrado de photocall en un ambiente de lo más cordial. Por un momento, ni rastro de polarización.
Había de todos los partidos e ideologías, mezclados en armonía. La porra a pie de cocktail para las elecciones del domingo, por cierto, ya te anticipo que más que un resultado vaticina una repetición electoral.
Y ya cuando me iba, porque me retiré prontísimo, que conste, me encontré con dos diputados de partidos antagónicos, muy antagónicos, que charlaban animadamente. Hablaban con resignación de su creciente irrelevancia. No la suya personal, ni la de sus partidos, sino la de los políticos en general. La de la política. Y no es la primera vez que le escucho a periodistas y políticos esa reflexión últimamente. La de que la gente está desconectando.
Hay una cierta toma de conciencia en eso que llamamos los mentideros madrileños, lo de anoche sin duda lo era, de cambio de ciclo. De que la gente está cansada de la política y empieza a hacer menos caso que antes a lo que dice tal o cual. Y será que como cada vez les hacen, nos hacen, menos caso, más alto gritan a ver si así llaman la atención.
En los últimos años, el porcentaje de españoles muy interesados en la información ha caído del 85% en 2015 al 55%. Son datos del Digital News Report, que dice también que la temática favorita de la gente son las noticias locales. También las internacionales, la cultura y hasta las noticias de ciencia y tecnología están por delante del interés en la información política.
“Cada vez les damos más igual”, decía anoche un diputado. El otro asentía con un canapé en la mano y recordaba la vez que en la calle un amable ciudadano se acercó a felicitarle por lo bien que lo hacía tras confundirle con otro político del partido rival.
¿Moraleja?
Para que la política recupere el interés de la gente, a lo mejor no hace falta llamar su atención constantemente.