Las reuniones entre futbolistas y seleccionador en la noche del martes, llevaron a la conclusión que propuso el propio Piqué ; "Si quereis salgo yo y lo explico". Y salió ayer. Y estuvo valiente, a puerta gayola en los primeros lances, cuando las preguntas eran de tanteo e inspeccionando al personaje. Ahí Piqué se sintió seguro y valiente y vino a decir lo que dice en sus círculos más íntimos a sus propios compañeros, que ha dado todo por la selección y está dispuesto a seguir dándolo, y que quiere libertad para los catalanes que quieran votar independentismo, aunque él no lo sea. Ahí se relajó y se le escapó un exceso de sinceridad, que después no quiso reiterar cuando le preguntaron si él era independentista. Ya había dicho que no, pero esta vez dijo que prefería no contestar públicamente. Está en su derecho.
El voto es secreto para todos, y Piqué tiene derecho a esa intimidad si no quiere hacerla pública. Ocurre que a Piqué no parece importarle hacer públicas sus opiniones, salvo cuando le afecten a su cuenta de seguidores y esa fue la defensa que utilizó para no contestar. Pero ya lo había hecho. Aunque subrayarlo tanto debió incomodarle.
Piqué está en medio de un charco en el que se metió solo, por osado, por valiente o por ingenuo, pero ahora se nota que quiere salir de ese charco y no sabe cómo. Si Piqué fuese independentista lo habría dicho, pero le parece más políticamente no serlo y jugar en la Selección, aunque con la otra cara defiende el derecho a serlo de otros, e incluso a que jugasen en la Selección. Piqué es un gran jugador de póker, pero arriesgado. Esta vez la apuesta fue contra sí mismo y contra sus auténticas convicciones, con el pretexto de la democracia y de permitirse la verdad, y la verdad se busca, aunque a veces, cuando la encuentras, te explota en la cara.