El gol de Cristiano a los diez minutos condicionó el plan de un Atlético que salió desconfiado y que estuvo temeroso desde el día del sorteo. Y al equipo se le notó la precipitación y la cojera del lateral derecho. Lucas hizo cuanto pudo para cubrir la ausencia de Juanfran y Vrsaljko, pero siempre fue un zurdo fuera de sitio.
En la segunda parte, no cambiaron las cosas y lo poco que cambiaron fue a peor para el Atleti. El Real Madrid siguió controlando el juego, cómodo en defensa y afilado en ataque; cada vez que pisaba el área olía a azufre. El Atlético dio un paso adelante, aunque hubiera necesitado más.
El segundo y el tercer gol también los marcó Cristiano y, sin embargo, pareció que los marcaba el destino. El Madrid tiene un banquillo de titulares tan fabuloso que impresiona verlos calentar, y cuando salen, como anoche salieron Marcos Asensio, Lucas Vázquez, no solo refrescaron al Madrid, es que además le metieron una sexta velocidad que al final sentenció el resultado. Ese banquillo del Madrid, y que entienden mejor estos partidos porque entienden mejor este torneo. Es como si el viento de la historia soplara a su favor.
Para el Atlético apenas queda esperanza. Sin Embargo, Simeone, anoche, en un gesto impresionante de dignidad, remitió al partido de vuelta, no quiso vender ilusiones, simplemente reivindicó esa segunda oportunidad, por lejana y utópica que pueda resultar.