Elenita me ha cortado el pelo en el cuarto de baño sentado en una papelera dada la vuelta con una tijera de manualidades.
Me lo cortas por favor un poco como de desescalada por abajo, por arriba de Pactos de la Moncloa y el flequillo para mirar al futuro. ¿Pero sabes toda la gente que se mata en la carretera durante un año? Pues todos esos se han matado entre el sábado y el domingo. El señor muerte cuadra ataudes sobre la pista de patinaje. Hay tantos muertos que no nos da tiempo ni de leer sus nombres. ¿Quiénes sois, decidme? Está bien el aplauso diario, pero ojalá también un silencio diario. Lo que sea, tres segundos como estos.
El cielo ha vuelto a echar sobre Madrid su grueso manto de plomo. En la tele hay un ministro balbuceando o riendo, da igual cuándo escuches esto. Nadia Calviño dice que estamos a la vanguardia del mundo en coronavirus. A la vanguardia en muertos por 100.000 habitantes, estamos.
Grande Marlaska no entiende de qué puede arrepentirse el gobierno. Salvador Illa sale a mediodía a jactarse y a echar balones fuera. Mueve mucho las manos para despejar el esférico de la opinión pública. Había un niño que jugaba de portero en jerez que movía mucho las manos también. Tenía un chándal verde y los guantes amarillos y por eso le apodaban el jaramago.
La enmienda les resulta indignante y desleal. Quizás si no salieran tanto a decir que lo han hecho tan bien no se les diría tanto que lo han hecho tan mal.