Hablando de médicos, he ido a que me hagan la PCR y se confirma que no valgo para fakir. Veo al médico con los hisopos y me recuerda al Fandi con los rehiletes. El palito parece pequeño en la tele pero lo meten en la nariz y tiene el tamaño de un pavía de bacalao.
Y ahí estoy, sentado en la camilla, poniéndome las banderillas negras como el toro Cazarrata de Moreno Silva, pero con dos lagrimones como dos máquinas de escribir.
Salgo del ambulatorio con los ojos como de haberse muerto el gato, a ver en la tele lo de Franco. Sánchez hace electoralismo con todo, pero un país no es un país con muertos en las cunetas. Cuanta más oposición le hacen a la ley de memoria histórica, más necesaria parece.
Otra cosa son las simetrías. Que dos días después del show espiritista de Franco, el Gobierno negociará los presupuestos con Bildu con la política penitenciaria encima de la mesa y 300 asesinatos sin resolver. Como si Franco fuera ayer y ETA, hace mucho.
En la fundación Francisco Franco no podrán decir ‘El Caudillo’ en su altar de naftalinas, pero Mertxe Aizpurua le habla a Sánchez de los terroristas como presos políticos y Sánchez traga.