La Carta de Ónega: Don Manuel, tiene la manía de contar los días de silencio
Querido ministro, incluso vecino en las páginas de La Vanguardia, aquí un lector. Y hasta admirador, por la cantidad de sabiduría que hay en su cabeza. Por eso me alegró ver que sigue vivo, aunque últimamente solo le faltaba aparecer en los obituarios. Es que la prensa, don Manuel, tiene la manía de contar los días de silencio y ausencia de los ministros. Es que los padres necesitábamos y necesitamos que usted nos dijera qué van a hacer nuestros hijos este curso, que viene de virus, mascarillas y distancia social.
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Madrid |
Fíjese si se le echaba en falta, que el diario El País le llamó “desaparecido en combate”. Y nos faltaba su imagen y su voz que, por cierto, debe cuidarla, que con estos inventos del Skipe o la teleconferencia, parecía que hablaba usted desde el quirófano por el que acaba de pasar. Superado eso, me dan ganas de decirle: bien resucitado sea, Castells.
Ha conseguido el extraño prodigio de estar en los papeles porque no se le ve. Sus compañeros de gobierno tienen aparatos de asesoría para dar titulares que inunden las tertulias e inspiren a columnistas. Usted es un rara avis que, siendo ministro, confiesa que no es político y, como no es político, le trae sin cuidado el ruido mediático. Oye eso de que está ausente y suelta esta herejía política: “Hablar no es trabajar”, ay como le oiga Pedro Sánchez. Le achacan absentismo y no se cabrea, lo califica como “leyenda urbana”. Tendría que acudir usted al programa “Me resbala” de Antena 3. Hay que echarle bemoles para salirse así del carril, y se nota que usted los tiene. Pero ¿sabe una cosa? Le creo a medias.
Usted escribió un libro monumental, “Comunicación y poder”, y en su página 262 dice textualmente: “Los medios de comunicación no son el cuarto poder. Son mucho más importantes: son el espacio donde se crea el poder”. Fin de la cita. Ahora hay en usted como un brote de displicencia intelectual a esos medios: le trae sin cuidado lo que digan. ¿Ha cambiado de criterio, Castells? Quizá no. Quizá solo le ocurre que los árboles del ministerio no le dejan ver el bosque de la opinión pública. O quizá sea que, desde su prestigio científico, se considera por encima del bien y del mal. En todo caso, déjeme que le diga que es usted un ministro singular.