Por eso, no podemos juzgar tu contenido, ocultado como un tesoro o como una mercancía prodigiosa que no puede ponerse al sol porque el sol daña sus pupilas. Sabemos de tí que eres el cuarto hijo de Irene Montero y por eso te cuida con tanto desvelo y procura que nadie te toque, que puede romper tu belleza. Sabemos de ti que entre el paritorio y la salida has sufrido transformaciones.
Sabemos de ti algunos detalles, pero ignoramos si siguen vigentes después de tanto toqueteo. Sabemos de tí que quien aduce razones técnicas para criticarte o enmendarte es calificado por el vicepresidente Iglesias como un “machista frustrado”. Y sabemos, por Pablo Echenique, que cuando las mujeres tienen un hijo como tú, “parece que tiene que venir un machote a explicarte como se hace”. Y ese machote, ay, puede ser alguno de los jueces que se sientan en el Consejo de Ministros o los tres, cada uno por su lado o en silente conspiración. Eres, pues, la manzana de la discordia. Eres la pieza legal que has roto el discurso único predica el señor Sánchez. Eres la norma de la que todo el gobierno quiere su paternidad por aquello de la unidad interna, quitándosela a Irene, que quiere llegar con ese trofeo para celebrar el Día de la Mujer. ¡Qué nacimiento tan accidentado!
No se recuerda un parto así. Estás provocando un enfrentamiento entre los dos gobiernos que cohabitan en el gobierno. Has abierto una lucha feroz por demostrar quién es más feminista en el gabinete autodefinido como feminista. Estás consiguiendo que quien te critica lleve en su piel el estigma de machista, marca que distribuye Podemos con abundante generosidad. Sal, desconocida ley, sal pronto del laboratorio de los arreglos. Que te saquen pronto, que puedes desbaratar el gobierno y hacernos dudar de su prodigiosa unidad.