Y Torra tenía tantas ganas de perderte, que la fase 3 le duró 24 horas en Barcelona. Y la gente. En el País Vasco esperaron que diesen las 12 de la noche, y a las 12 y un minuto estaban todos en el coche escuchando a José Ramón de la Morena camino de Cantabria como si fuesen al encuentro con la libertad. Y en Cataluña los periódicos hablan de gran evasión y se esperan atascos monumentales. Así te despiden, estado de alarma. Mira que ha costado renovarte cada quince días. Fuiste la crónica de un apoyo descendente. Ciudadanos te salvó dos veces la vida y quién sabe si salvó la vida de muchas personas, porque no había plan B. Pedro Sánchez se empleó a fondo en tu renovación quincenal, seis veces en total.
Había tal empeño en que siguieras, que hasta pactaron con Bildu, qué herejía, y te cambiaron por la derogación íntegra de la reforma laboral de Rajoy. En el balance, hay que decir que la mayoría social te respetó, a la fuerza como siempre, se quedó en casa y cumplió con las franjas horarias. Has sido incómodo, quizá insoportable para las familias que viven en pisos pequeños, con críos y sin balcón ni terraza. Es decir, que te sufrieron más que nada los pobres, que son los que sufren todo. Pero has sido la barrera contra la expansión del virus. Has sido el gran freno de los contagios. Por eso, este escribidor tiene el
corazón partido entre la alegría y la gratitud. Alegría, porque recuperamos una libertad todavía limitada, por la amenaza de rebrotes; una libertad condicionada, porque hay que andar con mascarilla, guardar distancias, no darse abrazos ni besos, asistir como estatuas a las verbenas de San Juan. Y gratitud, porque creo honestamente que has sido útil. Lo que más siento en esta despedida es que no sé si podremos ver tanto en la tele a don Pedro Sánchez los fines de semana. Pero seguro que Iván Redondo encuentra alguna compensación.