OPINIÓN EN LA BRÚJULA

La carta de Ónega a dos amigos en el hospital: "Tardaréis años en borrar esa estampa de vuestra memoria"

Déjame, director, enviar mi carta a dos amigos. Es que son el ejemplo más próximo, aunque lo que han vivido, lo que han pasado en la habitación de su hospital seguramente lo han pasado centenares, quién sabe si miles de infectados del virus.

ondacero.es

Madrid | 26.03.2020 23:25

Citados por orden, buenas noches, Fernando Quintela, compañero en las tareas del diario “65ymas.com”. Buenas noches, Javier Solana, con quien tanto hablé a lo largo de mi vida profesional.

Querido Fernando, todas las mañanas tienes el detalle de contarnos tu evolución, igual que hoy la has contado en “Espejo Público”. Y hace días tu crónica fue la de la muerte de Esteban, tu compañero de habitación. Un tipo fuerte, decías. Pero se fue consumiendo como un pajarillo.

Querido Solana, esta pasada madrugada me hicieron llegar un sentido tuit que usted había escrito. Era un adiós a Juan Carlos, también su compañero de habitación, el vecino de la cama de al lado. Resistió como un valiente, según su testimonio.

Insisto en que esta situación la tienen que haber vivido multitud de enfermos; quizá uno o más por cada fallecido; pero tú, Fernando, y usted, Javier, son mis amigos y me resulta fácil ponerme en su piel. No es lo mismo estar confinado en casa y recibir cada mañana el parte del ministro Illa y el doctor Simón que estar allí en el hospital y ver cómo esa persona con la cual has tenido confidencias y hasta un principio de amistad, se va debilitando, se va agotando, hasta el último suspiro; hasta que llegan los celadores, tapan su rostro y se lo llevan.

¿Qué habréis sentido en ese momento, Fernando Quintela, Javier Solana? ¿Qué será el miedo, si quizá es el mismo miedo del soldado que ve caer a un compañero en la trinchera? Es la muerte, que pasó a vuestro lado. Es la Parca, que estuvo allí, en vuestra habitación, con su guadaña, y se fijó en el vecino. En tu vecino. Es el coronavirus, convertido en homicida. Es la imagen más auténtica del drama personal, cada vez más colectivo, que cada mañana nos convierten en estadística.

Querido Fernando, querido Javier, perdonadme por elegiros como símbolos. Tardaréis muchos años en borrar esa estampa de vuestra memoria. Solo quiero acompañaros en un renacido saludo a la vida. Buenas noches. Ojalá podáis dormir.

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