LA BRÚJULA

La carta de Ónega a Corinna: "Amor con traición se paga"

Buenas noches a doña Corinna zu Sayn Wittgenstein, más conocida en este mundanal ruido como Corinna Larsen, o también como la amiga, y más que amiga, del rey Juan Carlos.

Fernando Ónega

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Como se puede imaginar, no sé de memoria su apellido, con lo cual tuve que ir al desbrozaburros de Google, puse Corinna, y me salió ese apellido que tampoco sé pronunciar, pero usted sabe a quién me dirijo y por qué me dirijo a usted. Es que, señora, está usted desbordando de material supuestamente informativo a la prensa española.

Cayó en las redes de Villarejo, que la invitó a almorzar un par de veces, y usted, tan lista y de tan altos vuelos, se entregó a Villarejo y soltó por esa boquita todo lo que Dios le dio a entender. Y Villarejo grabando. Y ahora, soltándolo y cumpliendo así una reiterada amenaza. ¡Qué cosas le ha dicho usted sobre nuestro rey, Corinna! Ni una novia seducida y abandonada, lo que aquí llamamos despechada, suelta lo que usted soltó, no sé si antes o después de recibir de Su Majestad la gracia de 65 millones de euros.

Si fue antes, aún tiene una disculpa. Si fue después, no es usted lo que se dice una persona agradecida. No se puede echar más basura sobre una persona y mucho menos sobre una persona de la cual, según todos los indicios, estuvo usted enamorada. Amor con traición se paga. ¡Qué mala suerte tuvo don Juan Carlos el día que la conoció! No solo cometió con usted los pecados de la carne más caros de la historia, sino que puso en peligro la estabilidad institucional de este país. Ni la enemiga más encarnizada habría hecho las confesiones que usted hizo, nadie sabe para qué ni en nombre de qué. ¿Para vengarse de la ruptura?

Si fue así, que la metan en el libro Guinnes de lo miserable. Si no fue así, tiendo a creer que usted fabuló una historia a partir de unos hechos ciertos, para poner en valor su privilegiada información. Y si tampoco es eso, Corinna, es que usted es sencillamente mala, y perdone el diminutivo, porque llamarle mala, como decía el satírico español, es como llamarle arroyo al Amazonas y como llamarle colina al Everest. Aunque también tengo dudas, Corinna, porque muchos autores aconsejan no atribuir a la maldad lo que puede ser explicado como estupidez