El cocodrilo misterioso forma parte de la crónica histórica de este país, como los fantasmas, los comecuras o como el hombre del saco. No hace tanto que fue avistado uno en el estanque del Parque Juan Carlos I de Madrid. Lo fueron a buscar guardias y bomberos y no lo encontraron, pero seguro que estaba allí. Seguro que estabas allí, pero te fuiste a tiempo, porque vamos a ver: de Madrid a Simancas tampoco hay tanto y los cocodrilos tenéis trucos para burlaros de los controles de la Guardia Civil. Y además, sé que me estás escuchando, que tienes la radio como guía para escabullirte de los buscadores. Lo que me intriga, por tanto, no es de dónde has venido, que está claro, sino por qué has aparecido ahora. Mira, cocodrilo, que tu especie y otros monstruos del agua y de los lagos Ness, soléis aparecer más entrado el verano, cuando no hay información política y nos hacéis el favor de darnos vuestra noticia.
Tú eres un cocodrilo madrugador, que te rebelas contra el confinamiento y sales al empezar la fase 3, justo el día de la homilía del presidente, como intentando hacerle sombra en los telediarios, y un día antes de la noticia del rey Juan Carlos. No acabo de entender tus intenciones, pero seguro que alguna tienes. Asomas para llamar la atención, no dejas hacerte selfis con los pescadores para que no haya pruebas, provocas a los paparazzi para que te busquen y después cobrar la exclusiva, dejas pistas falsas para despistar al juez y después desapareces haciendo creer que todo fue una broma. Y de broma, nada, cocodrilo, que ya nos vamos conociendo. Tú estás en el Duero por algo. Tú no apareces allí con tus 250 quilos llevado por el viento. Tú estás por alguna conspiración, sabe Dios si de Putin o de Trump. O como atracción turística, para crear la Ruta del Cocodrilo. Voy a hablar con la Fiscal General, que algo tendrá que decir. Mejor todavía: voy a hablar con el Partido Popular. Hay que crear una comisión de investigación.