Me cuesta mucho escribir y me cuesta mucho más elegir el destinatario. Es que ese destinatario, director, es el malestar social. Has aparecido en España con ese nombre, malestar, estos últimos días y eres la parte amarga, la más amarga, de la actualidad que tenemos que contar los medios informativos. Obedeces a causas aisladas.
En mi provincia de Lugo, en A Mariña, eres la sublevación de una comarca que tiene dos industrias, y las dos pueden cerrar. En Cádiz eres el sector del Metal, y el humo de las barricadas parece que se veía en toda España y por el momento no es más que una figura literaria, pero parecía la eclosión de un volcán. En el resto del país fuiste la protesta de los ganaderos por el precio de la leche, que esa gente está trabajando a pérdidas. Y a pérdidas está trabajando el sector del transporte, según la versión de alguna de sus patronales, y por eso pueden paralizar el país.
Y hay cabreo en los cuerpos policiales por la reforma de la llamada Ley Mordaza y otros sectores están organizando sus protestas porque el precio de la energía no les deja respirar. No he visto, temido malestar social, que te hayan escuchado en el Parlamento, donde están metidos en otras ocupaciones, como cambiar el nombre del Valle de los Caídos o abrir la puerta a juzgar los crímenes del franquismo. El Parlamento es donde reside la soberanía nacional y, por tanto, donde suena o debe sonar la voz del pueblo, que se pregunta también qué hay de lo suyo. Pero tu existencia, malestar, y las causas que lo producen, tardan mucho tiempo en llegar.
A veces producen la impresión de que son precisas muchas barricadas en Cádiz o empezar a hacerlas en la Mariña de Lugo o donde se ordeñan las vacas en cualquier provincia española para que alguien acoja tu lamento. Es como si fueses algo demasiado prosaico, algo incluso vulgar, para que tan ilustres personas se ocupen de ti, mientras parecen agobiados por la urgencia de la memoria histórica o por desentrañar qué mensaje se contiene en los posos de café de las encuestas del CIS. No te saludo, malestar social, porque no te quiero saludar. Pero anoto tu llegada. Y en casi todos los casos traes aires de indignación.