Y buenas noches a don Juan Miguel Ferrer, de quien se acaba de hablar y, como hemos escuchado, fue hasta hoy deán de la Catedral Primada de Toledo. Reverendo Ferrer, estuvo usted en el debate público de los últimos días mucho más que lo estará el color morado del avión de la Patrulla Águila. Suscitó más entusiasmo que el que ese color provocó en los republicanos y más rechazo que el que Pedro Sánchez suscita cada 12 de octubre en el público del desfile militar.
Es que su autorización para grabar el videoclip de Tangana en la catedral movilizó a los agnósticos para bendecir, si eso fuese posible, su tolerancia sin precedentes y a los feligreses más practicantes a hacer vigilia con rezos y velas para espantar al demonio. Muchos de ellos, no sé si el señor arzobispo, pensaron que Satanás se había aprovechado de usted y de su bonhomía. Es que, reverendo, como dicen ahora, ha sido muy fuerte. Es que hubo escenas que me imagino que incumplen el Sexto Mandamiento. Es que se veía pecado por todas partes, incluido el lascivo movimiento de los cuerpos ante atónicas miradas de personas de traje talar que habían hecho voto de castidad.
Y a usted, don Juan Miguel, se la han colado, como decimos los arrepentidos al acudir al confesionario. Le han puesto tal anzuelo, que usted picó. No sé si habrá visto la grabación, aunque solo fuese por curiosidad. Supongo que no, porque se hubiera puesto a gritar “vade retro, Satán” y hubiera echado a los artistas del templo como Jesús a los mercaderes. Y supongo que no, por confesado después a quien le pudo escuchar: “el vídeo presenta la historia de una conversión mediante el amor humano”.
Mi tesis, reverendo, es que a usted le enseñaron la letra de la canción de Tangana y Nathy Peluso, tan tierna, tan casta, tan candorosa, casi tan episcopal, que narra esta inocencia: “Yo era ateo, ahora creo, porque un milagro como tú ha tenido que bajar del cielo”. Y usted se derritió. Vio ante sí la viva imagen del milagro de la fe. Autor, el amor humano, el amor de hombre y mujer, antesala del sacramento del matrimonio. Ha tenido que solicitar el cese como deán, para consuelo de feligreses. Y creo que a partir de ahora habrá un nuevo dicho en Toledo: “eres más ingenuo que el deán de la catedral”.