Este hombre se llama Anthony Gignac y ha sido condenado por un tribunal de Miami a 18 años de cárcel por suplantar durante 3 décadas a un príncipe saudí y estafar a decenas de inversionistas a los que habría sisado al menos 7 millones y medio de euros. Se hizo de joyas, obras de arte, disfruto de jets privados, coches de lujo y viajes a todo trapo por todo el mundo.
El hombre ya se había hecho pasar anteriormente por diplomático, le cogió gusto a la cosa, y decidió convertirse Kalid Bin Al Saud, uno de los múltiples príncipes que pueblan la corte saudí, hombre de negocios y bien relacionado. Con este currículum, además de placas diplomáticas falsas, Instagram falso, look de ricachón, también falso y una cara muy dura, con todo esto fue convenciendo a inversores de inmejorables negocios.
Les decía, por ejemplo, que quería comprar tal hotel, que necesitaba un socio local y así iba desplumando a sus victimas hasta que se cayó con todo el equipo cuando una de esas victimas le denunció porque no voy nada claro que comiera alegremente jamón, tocino y otras partes del cerdo, prohibidos en la religión musulmana.
Es decir, 30 años de trama criminal perfectamente montada y al tipo le detienen por un trozo de jamón. Lo peor es que no aprende, le ha cogido el gusto a esto de estafar y gastarse el dinero ajeno y lo han detenido ya 11 veces por esta historia.