La cosa ha movido en Castellón a todos nuestros representantes públicos que allí han podido estar, nuestros habituales diputados nacionales y senadores, nuestro máximo representante en la Generalitat y algún que otro castellonense que ha querido acudir a la capital de España a vivir el momento para muchos inolvidable. La sala del Congreso de los Diputados estaba a rebosar, no como en otras ocasiones de pleno y obligaciones parlamentarias, en las que nuestros representantes públicos no están donde deben. Los asistentes estuvieron atentos al acto para no perder ripio, porque mientras duró el discurso del nuevo rey, poca actividad twitera se registró, caso muy diferente, a la salida y entrada del acto, donde nos llovieron twits para recordar al mundo, “yo soy de los privilegiados que están aquí”.
Ahora nos llueven las opiniones, los balances, los análisis, superado el discurso de si monarquía o república, debate estéril y fuera de contexto en un país donde ya se instituyó la monarquía parlamentaria, nos guste más o menos, nos duelan o no los 6 millones de euros que nos cuesta a los españoles mantener una institución propia del Antiguo Régimen. De momento el nuevo el rey entrante, lo ha dicho bien claro “llega una monarquía renovada y al servicio de la sociedad, con espíritu de ejemplaridad”, precisamente lo que de deben aplicar nuestros representante público libremente elegidos en las urnas. Ejemplaridad es el horizonte que se ha perdido, seriedad y servicio público por una función que en muchas ocasiones desempeñan con dudosa ejemplaridad, ya sea cuándo no asisten a los plenos o cuando estando en ellos prestan más atención a la pantalla del móvil que a los que se debate en el foro. Viene año electoral, y como los malos estudiantes, nuestros políticos intentan hacer en la recta final todo lo que no hicieron en los últimos cuatro años. Las urnas tendrán la última palabra.