FERNANDO MAESTRE | CATEDRÁTICO EN ECOLOGÍA Y MEDIO AMBIENTE

"Todos podemos contribuir a la lucha contra el cambio climático"

El Director del laboratorio de Zonas Áridas de la Universidad de Alicante destaca “la gran influencia” del turismo en la transformación del ecosistema en la provincia de Alicante

Diego Torrús Sánchez

Elche |

Fernando Maestre, en uno de los laboratorios de la Universidad de Alicante. | Univeristat d’Alacant

Fernando Maestre (Sax, 1976) es experto en Ecología y actualmente dirige el Laboratorio de Zonas Áridas de la Universidad de Alicante. Ha publicado recientemente un estudio sobre el impacto del cambio climático en los ecosistemas áridos. Como profesional se muestra “posibilista” y optimista de cara al futuro, pero avisa: “No hay que engañarse, el calentamiento global es un fenómeno inevitable, pero sí que es posible minimizar su impacto”.

¿Reciclar dejar de utilizar el coche o reducir el uso del plástico son medidas suficientes para hacer frente al cambio climático?

Son medidas necesarias pero no suficientes. Todo aquello que contribuya a disminuir nuestra huella de carbono y explotación de recursos tendrá un impacto positivo en el cambio climático al reducir la emisión de gases con efecto invernadero hacia la atmósfera. Dicho esto, lo conveniente es consumir menos y así se emplearán menos recursos en las fases de producción. Pero sobre todo, los cambios tendrán que producirse en la generación de energía, ya que todavía en gran parte del mundo se obtiene a partir de combustibles fósiles y esto deberá ir cambiando en los próximos años para dar paso a la energía renovable.

En el caso de Alicante, esa forma de funcionar de la sociedad basada en el consumo, ¿el modelo turístico de litoral cómo ha podido influir a la denominada “Costa Blanca”?

Ha tenido una influencia muy grande en nuestro entorno sin ninguna duda. En primer lugar, toda la costa se ha edificado, esto ha provocado la destrucción de los ecosistemas naturales característicos, como las dunas, marjales o las propias playas. Esto se pone de manifiesto cada vez que hay lluvias torrenciales y se habla de inundaciones. Pero estas no son consecuencia de la cantidad de agua que caiga, sino de la destrucción de la naturaleza que actuaba como una barrera protectora. Y por otro lado, poblaciones como Benidorm, que roza el millón de habitantes en verano, al final acaban sobreexplotando los recursos naturales propios.

¿Cómo podría ayudar una economía basada en el consumo de proximidad?

Obviamente ayudaría a reducir la emisión de gases que tiene el transportar productos con aviones, barcos, camiones… Y no sólo eso, sino que se prescindiría del envasado que utiliza plásticos, y diversos materiales que no ayudan a la sostenibilidad. Claro está en que no es posible llegar totalmente a una economía basada en la proximidad si queremos, por ejemplo, que los habitantes del centro de la Península Ibérica sigan comiendo pescado de mar.

¿Se está exagerando sobre el cambio climático, el futuro que nos deparará será tan catastrófico como se suele oír?

Predecir el futuro es muy complejo siempre, ¿quién podía prever la pandemia que estamos padeciendo actualmente? La evidencia científica apunta a que la frecuencia de eventos extremos como inundaciones, sequías, grandes incendios forestales como el reciente en Australia, se incrementará. Si se quiere vender como un futuro apocalíptico es otra cosa. Lo cierto es que este tipo de acontecimientos ocurrirán cada vez más.

¿Qué cambios notaremos a medio plazo, en 30 años por ejemplo?

En primer lugar, tendremos temperaturas más elevadas en verano y sequías más largas, lo que producirá una disminución de los recursos hídricos. Sólo esto ya generará problemas de salud, tensiones entre regiones en disputa del agua. Pero sobre todo causará problemas derivados como el aumento de flujos migratorios. No somos conscientes de la emigración que provocará el cambio climático en lugares como el África Subsahariana, donde el crecimiento de la población es enorme y donde será más difícil, aún, satisfacer las necesidades básicas de la población. No sé si llegaré yo a verlo [se sonríe aliviado].

¿Van por el buen camino los gobiernos?

Se están tomando medidas y dando pasos en la buena dirección. El problema es que van muy lentos. Estos pasos se deben dar mucho más rápidamente.

¿La tecnología podrá paliar las consecuencias negativas del cambio climático, como el ‘proceso de aridación’ que comenta en su estudio?

A ver, la tecnología nos va a ayudar a ganar tiempo y solucionar algunos problemas. Pero la tecnología no nos va a salvar. No podemos seguir como hasta ahora con la idea de que en el futuro llegará una tecnología que arreglará todo lo que se está estropeando. Lo que hay que hacer es estropear menos para no tener que arreglar tanto.

¿Cuál debe ser el papel de la sociedad de a pie?

La sociedad tiene un papel fundamental. Todos podemos contribuir a la lucha contra el cambio climático: el cómo nos movemos, comer más vegetal de proximidad y menos carne, no irse de vacaciones al Caribe teniendo el Mediterráneo, no cambiar de móviles cada seis meses y, en definitiva, no consumir tanto. Si todo este sinfín de acciones, que son individuales, las sumamos a nivel de colectividad, se obtiene una reacción muy grande. No sólo por la acción directa sino por el papel que jugamos como consumidores. Por poner un ejemplo: si todos nos fuéramos pasando a compañías eléctricas de energía renovable, el resto de empresas descarbonizarían su producción. No hay que dejarlo todo en manos de los gobiernos y grandes corporaciones.

Usted, personalmente, ¿es optimista de cara al futuro?

Tengo que ser optimista aunque el futuro no pinte bien ni las previsiones no sean muy halagüeñas. Pero tenemos el conocimiento y el avance científico-tecnológico que ayudará a que nuestro futuro sea mucho más sostenible. Como diría el médico sueco Hans Rosling que trabajaba en desarrollo: “Soy posibilista, creo en la posibilidad de que podemos hacer las cosas mucho mejor”. Y haciéndolas vamos a contribuir a minimizar los impacto del cambio climático.