Pacheta, vete ya (II)
El periodista David Marín da a conocer su punto de vista sobre la situación por la que atraviesa el Elche CF
En esta misma ventana, en diciembre de 2018, aproveché para reflexionar sobre la situación del Elche, en general, y de Pacheta, en particular. Eran tiempos algo convulsos porque el equipo no terminaba de arrancar en la temporada de regreso a Segunda División y las dudas, que por estos lares tardan muy poco en aflorar y bastante en remitir, se posaban sobre el proyecto de un club acostumbrado al guerracivilismo y la desconfianza.
Ha pasado año y medio pero los vicios no son sencillos de erradicar. Un Elche salvado desde marzo y que pelea por el ascenso con uno de los presupuestos más bajos de la categoría, cierto es que en una temporada en la que el nivel se ha igualado por lo bajo, no se libra de las dudas en el tramo final de una competición anómala, por las consecuencias de la pandemia mundial.
Me gustaría explicar que voy a centrar mi reflexión en la figura de Pacheta por el simple motivo de resumir. Me parece la palabra adecuada para resumir el proyecto actual del Elche y no se refiere únicamente a la identidad de su entrenador sino que engloba a jugadores y trabajadores de la entidad. Aposentar cualquier duda sobre el rendimiento de este «Proyecto Pacheta», si me permiten el toque hollywoodiesco, se rebate fácilmente con los datos. Los datos referidos, obviamente, a la realidad actual del Elche, que pertenecen al grupo de clubes cuyo objetivo en Segunda División está en el ecuador de la tabla y no más arriba. Eso diría la economía, aunque por fortuna este deporte sigue siendo rebelde, en ocasiones, al poder de los euros o los petrodólares.
Con la vuelta a la competición, el Elche ha mantenido su posición en zona de play-off a dos jornadas del final de la Liga, pese a que prácticamente cada partido desde hace un mes ha sido un martirio, tanto físico como psicológico para los jugadores y especialmente de lo segundo para un entorno que, en demasiadas ocasiones, confunde la ilusión con la quimera, la exigencia con la imposición y a las personas con máquinas. De este modo, el ascenso a Primera se acaba convirtiendo no en un sueño sino en una obligación o, más bien, en una obsesión.
Imagino que nadie olvida la situación del club el día que Pacheta entró por primera vez en el estadio Martínez Valero, ni siquiera los más críticos con un entrenador que en dos años está cumpliendo un expediente casi inmaculado: clasificación para la promoción, ascenso, permanencia sin apuros y, como mínimo, pelea hasta el final por el play-off a Primera. Estos serían los méritos principales. Luego podríamos añadir otros, como la revalorización de ciertos jugadores o el crecimiento de otros, éxitos a compartir tanto con los propios jugadores como las personas encargadas de ficharlos, promocionarlos o renovarlos.
Puedo llegar a entender la frustración de esta nueva normalidad futbolística. El nivel general de los equipos ha bajado bastante. No ocurre sólo en Segunda, también en Primera. El confinamiento y la exigencia del calendario en estas últimas 11 jornadas de competición están poniendo a prueba a jugadores y técnicos. Todo lo que se trabajó hasta marzo no sirve para nada. Todo lo planificado no sirve para nada porque nadie estaba preparado para afrontar una situación como la que estamos viviendo en este mes y medio de competición. Los cuerpos técnicos toman decisiones de la manera más racional posible, pero sabiendo que jugarse el final de temporada de esta manera es de todo menos racional. Y los jugadores, casi siempre, acaban realizando ejercicios de supervivencia, sobre todo en los tramos finales de los partidos.
En esta situación me parece exagerador exigir sin mostrar un mínimo de empatía con los profesionales, igual que ocurre en otras ramas de la sociedad. Cuando llegue la hora de valorar la temporada, sea del Elche o de cualquier otro club de fútbol, me parece justo diferenciar entre lo que pasó hasta marzo y lo que ocurra en junio, julio y agosto. Y le daría mayor mérito a lo que sucedió en una situación normal porque entiendo (y deseo) que en el futuro no vayamos a vivir de nuevo lo que está ocurriendo en los últimos meses, ni en el deporte ni en la vida.
¿Pacheta es infalible? ¿Se le puede criticar? No y sí. Faltaría más. Lo que ocurre es que en este país estamos demasiado acostumbrados a escudarnos en la crítica o en la libertad de expresión para sobrepasar la línea de la educación y el respeto. Pacheta, con sus defectos, algo sabe de fútbol. Pacheta, con sus errores, tiene que tomar las decisiones (sin conocer sus consecuencias). Pacheta, por su trabajo, es dueño de su futuro, sea en Elche, en Barcelona o en Tailandia. En la lista de reproches a mí sólo me cuadra uno, el de la portería. Una decisión difícil de entender y que, como nadie va a explicar públicamente, habrá que aceptar el discurso oficial (gran nivel de San Román + instinto de Pacheta) porque, creo, no va a resultar definitiva para el resultado final de la temporada.
De este modo, el «Proyecto Pacheta» llega a la jornada 40 con opciones de ascender a Primera. El play-off pasará casi por un partido a cara o cruz contra el Fuenlabrada, otro equipo tremendamente meritorio por llegar a estas fechas en séptima posición. ¿Hay dudas? Por supuesto. El equipo está justo, pero como lo están muchos. Cada partido tiene que ser un ejercicio de supervivencia. En este escenario, lo ocurrido en los dos últimos años da crédito a Pacheta. Si sobrevivió cuando la entidad tuvo la soga al cuello hace dos años, ¿por qué no va a hacerlo ahora? La otra opción quizás no esté demasiado lejos en el tiempo. Pacheta se irá. Y a ver quién le sustituye.