Es la primera vez que me preocupa, deportivamente hablando, Pau Gasol. En la madrugada del domingo vi el partido entre Lakers y los Mavs. No vi a Pau Gasol. El jugador que observaba en la distancia tenía el físico de Pau Gasol, vestía la camiseta y los pantalones de Pau Gasol, sus zapatillas, el número 16 a la espalda pero a quien ví distaba mucho del Pau que conozco. Hubo una jugada reveladora: Pau con el balón a cuatro metros del aro y lanzó un tiro a tabla impropio de uno de los mejores pivots del mundo. Lo que intentó ser un tiro a tabla fue directo al pico que une el aro con el tablero. Pau se lamentó, con cierto aire de desesperación, mientras a mi me dió qué pensar. ¿Qué ha podido suceder para llegar a ese punto?
Pocas cosas en el deporte suceden de repente. Todo tiene un proceso, para bien y para mal. El año pasado fue difícil para Gasol, primero por haber tenido las cajas de la mudanza hechas y después por haber estado a las órdenes de un entrenador que le intentó variar su forma de jugar. Su destitución y la llegada de D´Antoni no ha variado mucho ese proceso. Y en estas Pau se encuentra desubicado, desorientado y tratando de encontrar su espacio. Pero él y todos los que le conocemos sabemos cuál es ese espacio: la zona. ¿Puede tirar de tres en un momento dado? ¿Puede ser distribuidor de juego desde la bombilla? Por supuesto que sí. Su conocimiento del baloncesto le permite jugar donde se requiera, pero siempre como recurso y no como hábito.
No es sólo cuestión de números, los peores en sus doce años en la NBA, que son per se elocuentes. Es una cuestión de cómo un jugador se desenvuelve en un partido. Y a Pau le ví correr de un lado a otro del campo sin tan siquiera tocar la pelota una vez. Y así transcurrieron varios minutos. Y me volvió a dar qué pensar, y a intentar ponerme en su piel, la piel de una persona sabedora de su talento y de cómo utilizar ese talento en beneficio del equipo. Pero sin el balón en sus manos, ni Michael Jordan hubiera llevado a los Bulls a ser campeones. Y si ese balón lo recibe Pau a siete metros del aro, estás tirando su talento directamente por el sumidero. Y entonces me vuelve a dar qué pensar y me pregunto para qué están el entrenador y sus numerosos ayudantes. No hace falta ser Red Auerbach para saber dónde Gasol es desequilibrante, dónde es imparable, dónde es capaz de hacer mejor al equipo. Tiene que compartir minutos, parquet y zona con Dwight Howard un pívot que, bajo mi prisma, sólo sabe meterlas para abajo y que pudiera salir muy beneficiado del juego en el poste o cerca del aro de Gasol. Como muestra, éste botón.
A Gasol le piden que juegue alejado del aro, que haga tiros lejanos y defienda a jugadores con mayor movilidad y velocidad que él. Pau es tan buen conocedor de su talento como de sus defectos, minimizados al máximo durante toda su carrera, tanto que muchos no creen que los tenga. Pero como todos, salvo el omnipresente Michael Jordan, los tiene y es ahora cuando salen a relucir. Es ahora cuando a ese jugador determinante que ha llevado a los Lakers a conquistar dos anillos (Kobe sólo, sin un pívot de nivel a su lado, nunca ha conseguido nada) le surgen las dudas, la inseguridad, los nervios, la tensión, el agarrotamiento y con ello más dudas, más inseguridad, más nervios, peores tiros y malos porcentajes. Porque no está en su hábitat natural. Es como si a un delfín se le pide que sea el rey de la selva; en poco tiempo se quedará sin aire, apenas podrá respirar y las hienas, encabezadas por Magic Johnson, merodearán a su alrededor con esa risa insoportable y altanera. Pero "delfín" Pau tiene algo de lo que carecen las hienas, inteligencia. Y esa inteligencia le llevará a entender mejor qué se le pide, qué recursos tiene para ese nuevo rol, y con esa inteligencia espero que pueda hacer entender a su entrenador y ayudantes dónde es decisivo. Si no, quizás tenga que recuperar esas mismas cajas de hace un año.