Marisol nos cuenta que "hará como 40 años que me estropearon el tiroides. Me fui a un médico que me dijeron, uno muy bueno. En el tratamiento me decía que tenía que echarme una siesta de 30 minutos. Cuando no lo hago, esa noche estoy inquieta, lo noto, estoy de mal humor, intranquila".
Antonia, otra fósfora, nos cuenta que no puede echarse la siesta. Mi madre se duerme hasta encima de una piedra, pero yo, no puedo (en ningún sitio), me mareo, me pongo mala, no sé por qué. He ido al médico y no sabe que puede ser. Me ha mandado unas patillas pero ni con esas, no hay nada que hacer.
Pedro también es un amante de las siestas. Se pone el pijama y cuadno se despierta, no sabe si es de día, de noche, si ha comido, si ha cenado. "Me duermo en todos sitios, a veces aprovecho en el mismo cine para dormir, donde sea. La primera mujer me dejó, entre otras cosas porque decía que me duermo en todos lados y demasiado tiempo".
Iván tiene una amiga que llega a las 3 de la tarde, come, y se echa una siesta hasta las 7, pero se despierta para descansar de la siesta, porque a las dos horas ya está en la cama durmiendo otra vez, hasta el día siguiente.
Otro fósforo nos contaba que se echaba la siesta después de cenar, y a las 12 se despertaba.