Muchos se niegan a volver a su país por miedo

Las secuelas que Daesh ha dejado en los refugiados sirios que ahora viven en Líbano

Las secuelas del Daesh pueden ser eternas. Hay quien tiene secuelas psicológicas, que son inevitables, pero también secuelas físicas como las de Koder, un sirio refugiado en Líbano que perdió la vista por culpa de una bomba del Estado Islámico y que tuvo que cruzar la frontera a ciegas.

Diana Rodríguez Pretel

Madrid | 20.06.2019 23:16 (Publicado 20.06.2019 22:17)

Su objetivo es regresar, nos dice, aunque 8 años después de la guerra esa opción sigue siendo una utopía. Ahora tiene siete hijos y una mujer en la que se apoya para hacer prácticamente todo.

Amina, a sus 34 años y con cinco hijos, es consciente de que quizá no vuelva a pisar Siria. Los pequeños tienen miedo de los terroristas que han ocupado su país y sienten pánico, asegura su madre, cuando escuchan la palabra prohibida: DAESH.

Y es que huir de Siria ha sido, tal y como nos confiesa Amina, la mejor decisión que ha tomado en su vida. Y la más dura.

Desde luego en los asentamientos del Valle de Bekaa y en Aarsal hay una sensación de vacío tremenda cuando preguntamos por lo que han dejado atrás. Es el caso de Majeda, cuyo marido fue cruelmente asesinado en la guerra.

Su hija menor, Yassmen, a sus 9 años tiene claro que quiere ser médico y periodista. Esta pequeña, siempre sonriente, quiere ser médico para curar a sus compatriotas heridos en la guerra y periodista para contarle al mundo lo que está ocurriendo al otro lado de esta frontera.

Seguimos avanzando entre los asentamientos de refugiados sirios en Líbano, más de 2000, y nos encontramos a Mohamed, padre de una familia más que numerosa. Tiene 7 hijos y mucho miedo de volver a su ciudad, a su casa, porque algunos de sus vecinos han sido reclutados por el gobierno de Bashar Al Asad para acabar con los terroristas.

Son algunos de los testimonios que hemos recogido estos días en los campos de refugiados de Bekaa y Aarsal, donde las ONG como ACH cumplen una labor fundamental. Gracias a ellos y a sus programas de seguridad alimentaria más de 166.000 personas reciben comida y agua en los campos libaneses, y otros 33.500 refugiados se benefician de sus planes de saneamiento: les instalan letrinas, alcantarillado y fosas sépticas para que su vida en estos asentamientos, a sólo 15kms de la frontera, sea algo más llevadera. Ocho años después la mejor noticia que podrían recibir hoy es que la guerra ha terminado.