Con Javier Cancho

Punta Norte: Lavarse las manos

La historia nos lleva a una época en la que en los hospitales…ni los doctores ni el personal de enfermería se lavaban las manos. Hubo un tiempo en el que los hospitales olían a orina, a vómito, a sudor. Y no hace falta ser mucho más explícito, sólo diré que antiguamente se hablaba incluso de algo llamado el hedor hospitalario.

ondacero.es

Madrid | 29.09.2019 14:24

Si hoy nadie tiene una garantía, cuando entra en un quirófano; hace alguna centuria, entrar en un quirófano era algo más que un riesgo. Ir al quirófano era el último recurso. Las mesas de operaciones eran de madera y en ellas podía apreciarse el rastro de otras carnicerías humanas. El suelo estaba cubierto de serrín para empapar la sangre derramada por el intervenido. En los hospitales, había gente que se dedicaba a detectar alimañas minúsculas. Por entonces, resultaba mucho más seguro ser atendido en casa: de hecho, la tasa de mortalidad en los hospitales podía ser hasta cuatro veces más alta. En aquel tiempo del que nos estamos acordando a los hospitales se los llamaba las Casas de la Muerte.

Fue al inicio de la década de los 40 del siglo XIX. Fue en la ciudad de Viena donde un médico húngaro, el doctor Ignaz Semmelweis empezó a hablar de la importancia que tendría lavarse las manos. El buen doctor intentó que se comprendieran ciertos hábitos basados en la ciencia en un tiempo en el que todavía no se entendía del todo bien que eran los gérmenes. El doctor Semmelweis trató de hacer comprender a sus colegas que incorporando un sistema de lavado de manos en los hábitos de los cirujanos podría para reducirse de un modo apreciable e inmediato las tasas de mortalidad en las parturientas.

Semmelweis trabajaba en el Hospital General de Viena, donde la gente se moría mucho. Tanto como en el resto de hospitales de la vieja Europa allá por mediados del XIX. Aquel era un tiempo en el que se tenía la creencia de que las enfermedades se propagaban a través de una especie de emanación de vapor venenoso en el que estaban suspendidas partículas de materia en descomposición llamadas miasmas. Eso es lo que se creía. Seguro que ustedes han oído hablar de las miasmas. Y en realidad, el mayor peligro estaba en las manos.