La vivienda es algo que preocupa a todas las generaciones: los mayores sufren por hijos y nietos, los que trabajan pensando en jubilarse se afanan por rematar su hipoteca implorando que no suba más, y los jóvenes se pirrarían porque el Euríbor entrara en sus vidas y fuera un quebradero de cabeza.
Mucha demanda, escasa oferta. Y aunque desde los partidos se exhiban soluciones mágicas, no las hay. Que si el modelo berlinés, que si el modelo vienés, todos tienen su letra pequeña y todos están unidos a la naturaleza de cada comunidad. Al español le repele alquilar, le parece tirar la mensualidad, lo hace cuando no hay otra, cuando la compra es imposible.
En estos días, el Ministerio se ha abierto por fin a escuchar a todos, constructores, promotores, industriales, asociaciones. Se quiere impulsar el matrimonio de lo público y lo privado. Se quiere adaptar la ley del suelo a la realidad. Se quieren agilizar licencias y responder más rápido a los inconvenientes. ¡Ya era hora! Dicho lo cual, dejo dos preguntas en el aire: ¿cuánto cuesta construir una casa y a cuánto se vende? Y otra: ¿estamos dispuestos a dejar de especular y refugiarnos siempre en el ladrillo? ¿Seguro?
