Ya puestos, propondría que en el Congreso y en el Senado se debatieran otros asuntos de la vida cotidiana de los españoles, como por ejemplo si es necesario que las reuniones de vecinos tengan una segunda convocatoria media hora más tarde de la primera, o si estuvieron ajustados a derecho los arbitrajes de los partidos del fin de semana, si la tortilla puede llevar calabacín además de cebolla, patatas y huevo o debatir por ejemplo sobre si Dios es un ser contingente o un ser necesario.
Votar si es mejor ducharse por la mañana nada más levantarse o por la noche antes de acostarse. Si hay que incluir el gazpacho en los menús de invierno y el potaje de garbanzos en los de verano. Si Agustín Jimenez debe ser como es. Si las rotondas deberían llevar aros como los sujetadores o si la corbata es un complemento pasado de moda.
Y que en estas polémicas intervinieran los sindicatos, los agentes sociales en general, la sociedad civil y la militar en particular o el Instituto Español de Resiliencia.
Hay que empezar a usar las instituciones para cosas importantes y no para lo que las dedican sus señorías. No están a lo importante. Si es que están para algo.
