Que la igualdad empieza cuando aceptas y respetas las diferencias, cuando comprendes que todos somos iguales y afortunadamente distintos, que mezclar es bueno, excepto si estás de botellón.
Que se puede ser crítico con unos, sin ser necesariamente partidario de los otros, y viceversa. Las etiquetas engañan, y más, las de quita y pon, las falsas etiquetas intercambiables en función de lo que a cada cual le interesa comprar. Pero de eso no es responsable el que opina sino, mas bien, es un deber de quien se da por aludido, por eludido o por jodido. El pensamiento crítico debe empezar por uno mismo para, a renglón seguido, dejar de ver vigas y pajas por todos lados, en ojos propios y ajenos (ojos, vigas, pajas y los que surja).
Que todo el mundo puede tener razón, no solo los que se empeñen en gritar, patalear o escupir sus pensamientos únicos. Que a veces hay que saber decir "tienes razón", que se siente uno mejor haciéndolo, siempre y cuando no se diga solo para que se callen los otros. O sí.
Que uno de los grandes errores del ser humano es creerse el ombligo del mundo y no llegamos a ser ni el culo.
Que la vida son más de dos días, así que no caigamos en esa trampa y disfrutémosla como si fuera cierto.
Que la guerra es un horror aunque decirlo suene a demagogia barata.
Que con esto de la pandemia no hay bar que cien años dure ni hígado que lo resista.
Que no se puede dar por sentado que todo el mundo esté de pie.
Que lo imposible se puede lograr, pero hacer milagros lleva más tiempo.
Que hay cosas más importantes que la salud, el dinero y el amor, pero ahora no se me ocurre ninguna.
