Gonzalo de Madrid aconseja como taxista que "nunca se ponga nadie detrás de uno libre en la carretera, porque si un señor se rasca la cabeza paramos". Y recuerda una ocasión en la que llevó a un hombre que, lo primero que dijo cuando se subió, fue "un español en el taxi". cuenta que había sido alférez en la División azul y que le iba dando indicaciones con autoridad. "Me decía 'cuando yo doy una orden se ejecuta'", recuerda.
Desde Alicante nos llama Miguel, que tiene un taxi en un pueblo pequeño. Cuenta que una vez dejó a un cliente en un club de alterne y tuvo que entrar con él "porque le daba vergüenza pasar solo". Y añade que "lo primero que hice fue avisar a mi mujer por si me veía alguien".
Nos vamos a Valladolid para escuchar a Raquel, mujer y nuera de taxistas. Dice que conoció a su marido en el taxi, y que le "vino muy bien porque en aquella época no había autobuses en mi barrio". Y destaca una anécdota de su suegro, que en una ocasión llevó a un hombre que al llegar al destino le dijo que no tenía dinero para pagar: "Le quitó un zapato para asegurarse de que volviera con el dinero", cuenta.
Cristina, que es taxista en Zaragoza, se confiesa "sorprendida de que no hayan llamado más mujeres" del sector. Recuerda además a una clienta, "una señora muy arreglada" que le pidió "buscar el coche del marido porque estaba convencida de que le era infiel".
Y Carmen de Barcelona no se olvida de un taxista que tenía un tic nervioso y "no hacía más que mirar hacia atrás y contarme como se hacía el arroz".