Desde Estepona nos llama Paco para contar que él pertenece "a la antigua época de los tatuajes, cuando solo los llevaban algunos de la cárcel y de la Legión". Nos habla de cuando se tatuó con 20 años en la Brigada Paracaidista y recuerda que entonces "se hacían con tres palos atados a una aguja y tinta china". "Eso sí que era dolor y no la tontería esta de ahora con la maquinita", sentencia.
Paquita, de Madrid, es la prueba de que no solo los jóvenes se tatúan. Nos cuenta que lleva "en la muñeca derecha el nombre de sus nietos", y que se lo hizo "a los 65 años". Añade que le gusta el tatuaje, "al menos el de mis nietos sí".
Nos vamos a Villanueva de la Torre, en Guadalajara, donde nos llama Miguel para hablar de sus tres tatuajes. En el brazo derecho tiene "dos golondrinas con el nombre de mis hijas y en medio un corazón con una daga con el de mi mujer". Asegura que ella no parecía muy contenta pero que "cuando vio que estaba su nombre dijo que no era tan feo". En el otro brazo lleva un fénix que sujeta una calavera y en la espalda "una cabeza de pantera muy grande con el código postal de donde he nacido". Y recuerda que cuando su hija cumplió 18 años y quiso hacerse uno, "como yo tenía tantos no pude decirle que no".
Y Rosa de Alicante nos cuenta que se tatuó ya "entradita en años", con unos 50. "Tuve el impulso de hacerme un tatuaje en señal de fidelidad a mi difunto marido", recuerda, aunque señala que "está en un sitio muy discreto".
