No es que reformar la Constitución sea innecesario. Incluso Rajoy, que odia los cambios, es consciente de las muchas imperfecciones de la ley fundamental. Pero es igual de consciente de que es casi imposible un acuerdo que involucre a tantos partidos como el pacto constitucional del año 78. Sería un pacto peor. Los independentistas exigirían el derecho a decidir.
El PSOE querría un Estado federal. Quizá Ciudadanos se atreviera a proponer una recentralización de competencias. Y Podemos plantearía el debate sobre la República. Y estos son sólo unos pocos ejemplos de los muchos asuntos que difícilmente podrían acordarse. De ahí la pereza de Rajoy en este asunto. El presidente tiene dos o tres prioridades para su mandato, y ninguna de ellas es la reforma constitucional. No es esto por lo que quiere pasar a la Historia.