Pues voy a indultar a Arnaldo Otegi, no ya desde la ironía, sino desde la estupefacción. La mía. Y seguro que la suya también. Ya sabemos que Pablo Iglesias era su compadre.
Ya sabemos quién era su compadre, decía, pero no iba a sospechar Otegi que acudiera a blanquearlo el presidente del Gobierno, el secretario general del PSOE. Menos aún después de haberse manifestado con semejante contundencia.
Así hablaba Pedro Sánchez. Así pensaba Pedro Sánchez. Quiere decirse que la rehabilitación de Otegi no ha requerido que Bildu abjure del terrorismo. Ha requerido, al contrario, la desfiguración de un partido de estado. La abyección cómplice del PSOE.
Ya solo falta que Bildu designe a un magistrado del CGPJ. Y que Sánchez nombre a Otegi ministro. Qué barbaridad, me diréis. Qué barbaridad.
Eso pensábamos cuando el sadomasoquismo que define al SOE y sus votantes rebasó el último umbral de la dignidad. No nos cansaremos de recordárselo.
