Creo que no mereció perder la selección española anoche en Ucrania, tampoco ganar, pero Ucrania no fue mejor que nuestra selección y no tuvo más ni mejores ocasiones que las nuestras, simplemente ellos una de las dos ocasiones claras que tuvieron, la hicieron gol, y la selección nuestra tuvo que recurrir a Sergio Ramos como delantero centro en ese último cuarto de hora para igualar el partido, y no lo consiguió. La cuestión es que hace dos días éramos claros favoritos para clasificarnos en esas semifinales del próximo año en el mes de octubre, y ahora se nos ha acercado Alemania, que anoche tampoco fue capaz de ganar a Suiza, y también Ucrania, que se quedan a un punto, y en el próximo noviembre se lo tendrá que jugar España en Suiza, y después en Sevilla con Alemania. Todo se enreda ahora, y dependerá de esos dos partidos y los que juegue Ucrania en Alemania y en Suiza.
Insisto, no mereció perder la selección, pero lo que sí ha perdido es aquella aura, aquel perfume de alegría y buen rollo que transmitía Del Bosque cuando ganaron el Mundial y después la Eurocopa, con otra selección, otros jugadores, sí, pero también con esa especie de bendición que da el destino a determinados entrenadores, como pasó con Luis o Vicente del Bosque. No la tuvo aquel tronao pendenciero que fue Clemente, cuando enfangaba a la selección en continuas guerras y polémicas, apestando por donde él iba, y le va a costar a Luis Enrique conseguir esa bendición que solo aparece ante la afabilidad y las buenas formas que contagian paz y provocan buena suerte.