La erupción del volcán de La Palma es una noticia agridulce. La tierra rompiendo contra el mar, el fuego eclipsando al agua, el verde de la vegetación compitiendo con el rojo de la lava. La pena de los que los han perdido todo y la riqueza turística que asoma y recorrerá la isla una vez el humo deje ver las nubes y la colada se seque a sol.
Contrastes de una naturaleza imparable pero científicamente previsible. De los gases emitidos a la atmósfera que nos quitan “lo reciclao”. La angustia de la destrucción frente a la belleza de un espectáculo inigualable.
Contrastes de la resignación frente a la lucha por evitar males mayores. El mal y el bien. La impotencia del ser humano frente a la energía desatada de la Naturaleza a la que no hay quien pare. No somos nadie. El magma subiendo y la bolsa bajando.
Contrastes de opinión de los que no entienden como se construye en terrenos sensibles y los que argumentan que la Tierra lo es entera y gira y rota y tiembla y se inunda y se quema y está en mitad de la nada y tampoco deberíamos vivir en ella con ese argumento.
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Contrastes. Lo bueno de lo malo y lo malo de lo bueno. La isla bonita empeñada en ser Mordor.