Beatriz Ramos | @Ramos_Puente
Madrid | 14.11.2017 06:53
"Es muy emocionante estar aquí intentado un nuevo récord", contaba Richard al principio de la aventura. Un juez de los premios Guinness presenció la hazaña para asegurarse que todo era correcto.
Fascinado desde pequeño por las posibilidades de los motores de propulsión, Richard se inspira en su padre, que quiso ser inventor y acabó como ingeniero aeronáutico. Lleva perfeccionando tres años el traje, un exoesqueleto conectado a seis turbinas de gas con un peso de unos 130 kilos. Sólo se controla con el movimiento del cuerpo, por lo que ha tenido que practicar ejercicios de fuerza para mantener el equilibrio en el aire.
"Es el principio de este viaje tecnológico, el próximo paso es añadirle alas" cuenta Richard, para cumplir uno de los grandes sueños de la humanidad: el de volar.