"No hay otra cosa peor para un ser humano, ya que no se puede vivir viendo crecer y morir a tu familia", asegura Yaris en declaraciones a la BBC.
Los dos primeros años estuvo encerrado en un celda de aislamiento, golpeando su cabeza contra la pared por pura impotencia: "Pasas por todos los estados, enfado, resignación, solucionarlo, y te acostumbras a ello", comenta.
Hasta que la compasión de uno de los guardas que lo custodiaban le permitió leer algunos libros, que le hicieron fuerte por dentro y le ayudaron a conocerse a la perfección. Años después los avances en la investigación sobre ADN le abrieron las puertas de la libertad y tuvo que luchar por explicar que sólo quería ser un ciudadano normal
"En los 9 años que llevo en libertad no he hecho más que cosas normales, he hecho todas las cosas correctas que cualquier ciudadano anónimo haría". Señala también que no hay compensación posible y que aún sufre las secuelas físicas y psíquicas de lo vivido pero prefiere centrarse en lo que ganó y no en lo que perdió en la cárcel.