Frente al foco de la condena al PP sobre la trama Gürtel de Boadilla la mirada algo distinta a lo habitual en el nuevo partido del presidente Núñez Feijóo, asumir responsabilidad, pedir disculpas y eso sí recordar que han pagado. Unos más que otros. Porque al partido se le condena al pago de 240.000 como partícipe a título lucrativo.
Y al exalcalde del municipio madrileño le cae 36 años de cárcel por amañar contrataciones. La corrupción que regresa una y otra vez a la orilla del PP para batir cualquier intento de cimentar un nuevo tiempo.
La corrupción, que esta semana incorpora dos nuevos actores: Medina y Luceño, que suenan a lo que son, pillos, como dice el propio Feijóo. Con esos nombres de vocaciones que son más de bandoleros que de tipos fino, acomodados con estudios y guaperas.
Medina y Luceño, comisionistas de a millón y de a cinco, respectivamente, por vender lo que el país necesitaba en tiempo de escasez se van a quedar sin sus cositas de yates, coches, relojes de oro...que se agenciaron con el dinero de comercial con la saludad ajenas. Mientras desde el Ayuntamiento de Madrid, el estafado, se defienden diciendo que ellos no pagaron comisión alguna que pagaron al vendedor de Malasia y actuaron de buena fe.
No me resisto esta noche otorgarle recorrido, el que merece, a la confesión casi enternecedora de Pablo Iglesias. Ahora resulta que tiene dudas de si hizo bien en señalar con su dedo de fijar destinos. Ese que utiliza los grandes líderes de la humanidad para fijar a los de su especie a Yolanda Díaz, que tan rana, contestona y burguesa le ha salido. La sucesión en el liderazgo de la izquierda, que complicado es ser Dios y tener que decidir sobre los hombres y las mujeres.
