Traigo que enero viene con sed despiadada. Virus, nieve, agua, fuego y viento. A mi Españita de la costa a Sotavento. Le barre el temporal la cubierta de borda a borda. No sabe uno si cruza la calle de Alcalá o el Cabo de Hornos. Tanta mala suerte... Igual llevamos Jonás a bordo. En la cola de la panadería del mal fario -dos brazadas de distancia- le brotan a uno las dudas de si ponerse la de Moderna o recurrir a los conjuros marineros contra tanto infortunio, Raspa una borda, roza un estay, da tres vueltas... ¡Que los dioses y los vientos nos protejan!
Para el sanchismo siempre es verano en el Cis de José Félix Tezanos. Están los efectos de la borrasca y el efecto Illa. El efecto Illa es una suma exitosa de pequeños y grandes fracasos. Me suena a Illa a cabecilla, camarilla, cosilla, a prosilla, a coplilla, barbilla, trompetilla, porrilla, marisabidilla, rencilla, orilla, musiquilla, zarzaparrilla, siguirilla, albondiguilla, miajilla y Padilla, maravilla.
Tezanos le da la victoria en las catalanas, en las vascas, las gallegas y en tres länder alemanes.
Esto pasa porque el diminutivo afectivo illa tiene poderes mágicos y así convierte la pasta en pastilla, la comida en comidilla, la casa en casilla, la vainilla, a Ana en Anilla, la trampa en trampilla y al político más anodino en una estrella del rock electoral.
