Conduzco por Madrid, la ciudad sitiada. Le están pidiendo la documentación a los gorriones de las aceras y a los perrhijos del pipicán. Mi hijo Javier va por ahí señalando helicópteros: “¡Avión, avión!” En moto, en coche, en furgoneta y a caballo, hay tantos agentes que mi barrio ya parece Loca Academia de la Policía.
Por ahí detrás de las faroles y de las copas de las acacias emerge la figura gigantesca de Sánchez el estadista, guapo de escalerillas del avión, casi de Top Gun y de Sánchez Force One, piloto de la España Transatlántica. Podríamos decir ya de Sánchez que es un líder NATO. Me fascina la estrategia política de la escenificación del poder presidencial. Al codearse con los líderes mundiales, Sánchez habría de parecer uno de ellos y esto suscita en el ciudadano un sortilegio que él cree lo protege. Si parece presidente, habrá de seguir siendo presidente. La gente habría de preguntarse: ¿A quién votamos para presidente? Una cumbre de la OTAN lo va a salvar de la inflación y de las encuestas y de lo de las pensiones, Argelia y el BCE, bien está porque cada uno busca la esperanza donde puede.
Mucho trabajo y poca diversión hacían de Pedro un tipo aburrido, pero ahora con la cumbre, el contacto con otros líderes mundiales le confiere un aura de respeto institucionaly de salvador del mundo. No hay Superman sin su malvado. Antes, Sánchez luchaba contra la ultraderecha y ahora ha cambiado de enemigo y dice que están contra él los poderes económicos y sus terminales mediáticas. Temblad, villanos, Sánchez os va a pegar en la barriga con el CIS de José Felix Tezanos.
