Traigo que es el Sánchez Monday. El presidente de la Internacional Sanchista ha cogido impulso y ha dicho que de una de las cosas por las que pasará a la historia -una de las cosas, de varias cosas, porque pasará a la historia por más cosas, se entiende-, es por haber exhumado al dictador Franco del Valle de Los Caídos.
Sánchez es de esa gente que vive en su propio documental como flipando. No tiene a nadie al lado que le quiera y le diga: “Pedro, tápate”. Luego, la posteridad sienta como un tiro. Toda esa gente horrible de los libros de historia murieron pensando que les recordarían como a grandes hombres.
Porque la memoria es inmisericorde. Si eres un muerto famoso reciente, te escribe tu obituario un montón de gente que está encantada con que hayas palmado. Con el tiempo, se inventan cosas de uno que uno no puede contradecir. Después, la cosa empeora. Si la fama se alarga lo suficiente, te desentierran como a Franco y te sacan los contrarios de la tumba con el féretro con una funda marrón como si fuera un brazo de gitano. O después de miles de años te hacen la necropsia los de la Universidad del Cairo y cortan un trozo de tu pene con un microtomo.
Robert Louis Stevenson desconfiaba de los muertos célebres: “Algo debe haber hecho mal por ser tan famoso”. No sé qué dirán de mí: “Aquí yace Chapu Apaolaza, que era tremendamente despistado. Un día fue a pescar sin caña”.
A veces me pregunto cómo me gustaría pasar a la historia y lo mejor va a ser pasar de largo.
