Traigo el instante preciso en el que los militares de la UME sacan a dos niños de entre los escombros de Nurdagi en Turquía. Han pasado cuatro días desde que el terremoto les echara en lo alto un alud de hormigón y de ladrillos. “Cuidado con la cabeza”, dice uno al otro en el vídeo, y después baja del Gólgota de escombros y entre los brazos lleva una niña cubierta por el polvo del espanto y en ese momento, a esa niña la sostienen noventa millones de manos porque cada español tiene dos manos, salvo los que tienen una y los que tienen tres.
Alguien pide agua con acento andaluz, y se grita Alahu Agbar y se reza a Mahoma y a la Macarena que los dos empiezan por Ma. Después sacan a su hermano y después a su madre.
Rescatar, que palabra tan bella. Desenterrar, revivir, renacer, resucitar. Porque la bandera más bonita de todas es la bandera de la vida, pero si te digo la verdad, de pronto es como si todo hubiera valido la pena: un país entero, un ejército, un gobierno, la civilización, todo por dos niños y su madre en brazos de un soldado español con una eñe que no entra por el paseo de la Castellana, qué quieres que te diga. Una Ñ y una UME, que es es ya una letra, flamenca, heroica y sabia. Porque sabe las verdades más valiosas. Cuando cambias un poco de algo, cambias todo ese algo. Ya lo digo mi Margarita Robles cuando arengó a los soldados en su partida: con que salvéis una vida, es suficiente”. Lo dijo Oscar Shindler, si salvas un hombre, los salvas a todos. Ellos salvaron a tres.