Notas del 21 de enero, es viernes y Putin lo sabe. Las cúpulas doradas de la catedral ortodoxa rusa de mi barrio brillan tanto que le dan al conjunto un aspecto de edificio en llamas. Madrid es Kiev con organilleros. Hoy es uno de esos días en los que salgo a la calle y todo te recuerda a un bombardeo. Además, se celebra Fitur, así que la ciudad está llena de concejales de turismo más enloquecidos que un rockero de los 80. Es hora de huir.
España ha mandado a lo de Ucrania dos fragatas y a Adriana Lastra. Pero por la carretera de Cádiz los trigales ya tienen una cuarta, son unos trigos pibes y descarados, tan lejos de los cañones cuajados de nieve. En la gasolinera de El Fantasma en Las Cabezas de San Juan se aparecía una virgen niña, pero ahora si pones la oreja sobre el asfalto, se escucha el eco del galope de la primavera con su ejército de flores y de hierba.
La verdad es que la guerra ahora me viene fatal. Me acuerdo de las chorradicas del tiempo de paz: lo de la carne, el roscón y el tupper. El ministro del Consumo y no es mal tipo, pero representa una ingenuidad que hiere. Ahora propone una guía para comer de tupper, dicen que es la última gloria.
A las puertas del Armageddon, el Gobierno apuesta ahora por montárselo con una fiambrera porque como en casa no se come en ningún sitio. Yo creo que los dos últimos lujos a los que debe renunciar un hombre es a comer en un restaurante y a coger un taxi. Ministro Garzón, desde la costa de Cádiz una frase de Antonio Gamero vengo a recordarte: “Como fuera de casa no se está en ninguna parte”.
