Notas del doce de noviembre, viaje a Las Palmas de Gran Canaria. Llego a la ciudad con el corazón encendido como en folías. Vientos Alisios, fachadas de colores. Después el mar me regala un par de olas izquierdas en la Cícer de la playa de Las Canteras y cuando llego al Festival Womad, el tipo que prueba los micros ya me parece Alfredo Kraus.
Cómo me acuerdo del debate entre salud y economía. Los conciertos, los bares, todo lo que hacíamos estaba mal. Nos dijeron que nos jugábamos la vida por el cochino dinero. Hoy hemos sabido que se han suicidado el doble de niños que en la pandemia. Cada dos horas, en España alguien dice: "Hasta aquí hemos llegado". Dicen que solo se muere una vez, salvo excepciones. El tipo de los 35 años en coma ha confesado que aquello era mentira. Dice Ignacio que igual los que estamos en coma somos los periodistas.
Notas del descenso hacia el aeropuerto de Las Palmas. Las regiones de España hay que aterrizarlas. Al canario se le entiende desde el aire. Toda esa la piedra en mitad del mar. Los invernaderos rasgados por el viento. La lírica de la roca tan joven que parece una roca niña, las puntillas blancas de las rompientes. ¿Ves eso de ahí abajo? Eso es España. Como Manuel Alcántara, ya estuve en los lugares en los que estuve. Antes de llegar reconozco las ensenadas y las quebradas de piedra que suben hacia los roques del Nublo y los riscales de Tejeda, cantaban Los Sabandeños: "Hay nieve y sol en la cumbre de mi Gran Canaria". Hay que vivir. Suben los precios y baja la esperanza de vida, pero hay que vivir. Las otras opciones son mucho peor.
