Traigo que en Europa comenzaremos a vacunarnos el 27 de diciembre, que este año cae en Domingo de Resurrección. Ya le vamos haciendo las cuentas a la pandemia. Me salen a deber abrazos, gentíos, encierros, bailar agarrao, el zumo de tomate de avión y en general todo lo que se refiere a estas ganas de vivir.
¿Y estas ganas de morir, eh?
El Congreso ha aprobado la Ley de Eutanasia y la han recibido con una calurosa ovación de escalofrío. Yo no me creo que Sánchez haya hecho una ley para matar. Le mueve lo que mueve a mi Españita, que es la compasión por esos pocos a los que la vida se les hace larga. A veces la vida es un regalo envenenado, pero esa también es la vida.
Pero cuando uno crece lo suficiente, de pronto, un día está uno en la cola del supermercado y se sorprende pensando en cómo escapar si el mundo se convierte en un infierno. Pero quién le dibuja los contornos al infierno. Ahora va a decir el Estado lo que es insoportable, lo que es incurable, lo que es definitivo, lo que es para siempre. No sé. Hay gente que ha vivido la vida entera en un minuto, y a veces es el último minuto.
La felicidad a veces llega en tiempo de descuento. Solo la muerte es para siempre, por eso suena tan raro lo de que se ha conseguido una muerte digna. Si es que la muerte puede ser digna. Ojalá se consiguiera una vida digna.
